Con una temporada justa de retraso con respecto a la programación americana original (mulas mediante) se estrena esta noche en España (en Fox, e imagino que en unos días en La Sexta), Prison Break, la nueva gran serie de éxito en el momento de dulce de grandes series de éxito que vivimos.
El cine carcelario siempre ha tenido sus seguidores. Moviéndose entre el tópico, la denuncia social, la denuncia política, los buenos muy buenos, los malos muy malos y ese morbillo de los espectadores que están fuera sobre el infierno que debe suponer estar dentro, hay grandes títulos y grandes evasiones contadas en la pantalla grande, pero salvando El Prisionero (que iba por otros derroteros) la televisión apenas había hecho incursiones en el tema, quizá porque la temática carcelaria siempre acaba por rozar detalles escabrosos y escatológicos que pueden resultar molestos desde el salón de casa.
Prison Break usa sabiamente toda la estética carcelaria anterior (incluso se permite hacer los consabidos homenajes) y la mezcla con teorías conspiratorias y un sabio uso del continuará y el cliffhanger. La historia supongo que la saben ustedes: Michael Scofield (Wentworth Miller) atraca a mano armada un banco con la única intención de ser condenado en una prisión de máxima seguridad. Su objetivo no es otro que sacar de allí a su hermano Lincoln Burrows (Dominic Purcell), condenado a la silla eléctrica por el asesinato del hermano del vicepresidente de los Estados Unidos (un truco narrativo, por cierto, que me temo que vamos a perder aquí con la traducción). Lincoln, naturalmente, es inocente. Y Michael es un genio obsesivo-compulsivo que ha diseñado la prisión y lleva tatuado en su cuerpo todos los planos y todas las posibles contingencias para su plan de escape. A partir de ahí, tenemos el inevitable (y jugoso) desfile de personajes secundarios, dentro y fuera de la cárcel, las alianzas que Michael tendrá que establecer para ir consiguiendo todo cuanto necesita para hacer factible su plan y los tropezones que va encontrando, tanto en la prisión como fuera, pues una trama política se ha establecido alrededor de toda la historia.
Con una magnífica elección de actores, buenas interpretaciones, gran fotografía y un uso excelente de la dosificación del suspense y la suspensión de la credulidad (cierto, se abusa de algún elemento repetitivo que-si-los-descubren-que-si-no), Prison Break desenrolla adecuadamente la madeja de su argumento, dosificando la presentación de las sorpresas, hasta terminar la temporada en una magnífica conclusión. Digamos ya que esto no es, de momento, Lost, y que la serie avanza, los personajes entran y salen de escena, mueren y se renuevan, y la segunda temporada recién iniciada los sitúa, de momento, en las antípodas de la primera temporada.
Quedan episodios excelentes: el bloque unitario que componen el 6 y el 7 (Riots, Drills and the Devil), donde parece que no va a ser posible dar marcha atrás, y el 16 (Brother´s Keeper), dedicado, a la manera de Perdidos, a contar el pasado de todos los personajes en apenas cuarenta y dos minutos de metraje. Y, por supuesto, los dos que componen el remate de la temporada y la culminación del plan de Michael.
Una serie a tener muy en cuenta. Esperemos que, en los USA y emulando, no nos decepcione la segunda temporada que empieza muy, muy alto.
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