Pues qué quieren ustedes que yo les diga. Quitando los tintes racistas del comentario del tal Piterman (para mí, hasta hace un rato, un completo desconocido), me parece que un profesional de eso de darle patadas a un balón no debería hacer escarnio, befa y mofa del equipo contrario cuando le encaja un gol (o cuando le encaja media docena). Vamos, que uno de los misterios del deporte, y algo que me molesta un tanto, es esas medidas exageradas de alegría cuando un pelotero mete un gol. Joder, si le pagan para eso. Imagínense ustedes el camarero que da saltos de alegría cuando pone la tapa y la cañita, el profe cuando termina de corregir un examen, el pescadero cuando te envuelve el pescado en el papel de estraza. Poco profesional, ¿no? Vale que te entre alegría, vale que esa alegría, en ese caso concreto, se traduzca en un montón de euros pa la saca, pero es que hay algunos que se pasan. Y no es de recibo ni los magreos que se dan de vez en cuando alguno de ellos, que hasta se pueden lesionar con eso de convertir de pronto la celebración de un gol en una melé de rugby o una orgía de tíos solos con gemelos hiperdesarrollados, ni cachondearse de esa manera del contrario, por muy brasileño que sea uno y por muy bien que se le de la samba.
Insisto: quitando los tintes racistas del comentario. Pero un profesional se mide por lo que se mide, y hay que dar ejemplo a toda la gente que mira. Los caballeros (y más si van vestidos de blanco) están para eso.
Comentarios (63)
Categorías: Reflexiones