Líbreme el cielo de creer saber de esto más que nadie. Y esto, ni más ni menos, no es el fútbol, ni los toros, ni la política internacional, ni la economía. Esto es algo todavía más complicado, aunque en la tele nos creamos que es fácil: la justicia norteamericana. Los tribunales que deciden qué es bueno y qué es malo, qué sienta jurisprudencia y qué no.
Está el gallinero, como cualquier verano, levantao. Y por la cuestión de que los abogados del imperio Disney-Marvel han conseguido vencer a los herederos de Jack Kirby en cuestión de derechos de los personajes. Y saltamos otra vez con la eterna discusión de si queremos más a papá o a mamá, que si Kirby era poco menos que Dios y un buenazo, que si Stan era el demonio reencarnado que le robó los derechos y bla bla bla bla. No parece que nosotros mismos, que no tenemos ni puta idea de lo que se hizo, se firmó, cómo se trabajó o cómo se repartió el trabajo hace cincuenta años o más, ni mucho menos cómo se interpretan o reinterpretan unas leyes que no son nuestras leyes (que tampoco conocemos, claro), seamos capaces de alcanzar cierta ecuanimidad, cierto término medio. Jack Kirby lo hizo todo. Punto. Stan Lee es un canalla, un ladrón, el peluquín le sienta mal y amasa cual tío Gilito montones y montones de monedas de oro de los royalties de los personajes que robó a Jack (¿y a los demás también?), y que encima se quedó con los originales de Jack (esta tontería la he leído ayer mismo).
Leo hace un rato la publicidad de la biografía de Joe Simon, venerable señor de quien no hemos leído nada y del que sólo, quizás, habremos visto diez o doce tebeos. Joe Simon, lo saben ustedes, fue el editor de Timely que contrató por primera vez a Stan Lee, el señor que creó Capitán América y otro montón de personajes hace la tira de años. Y así se reconoce en todas partes: "Joe Simon, el creador de Capitán América".
Y ahí es donde uno empieza a tener sus dudas, ya expresadas por aquí hace unos años, cuando murió Paul Norris y todos los blogs del mundo mundial (y los periódicos que llevan becarios del mundo freak que sólo lee en internet el mundo freak) anunciaron que había muerto el creador de Aquaman, obviando todos los otros títulos mucho más importantes que Aquaman que había dibujado y guionizado Norris.
¿Quién crea un personaje? ¿Cómo se crea un personaje, o un universo? ¿Qué es crear un personaje? ¿Dibujar un uniforme, esbozar un número 1? Vale, entonces Joe Simon creó al Capitán América. Cabría saber qué hizo entonces Jack Kirby, que estuvo a puntito de no poder dibujar el número uno, y que lo hizo a machacamartillo. Un inciso para recordar que entonces tanto Simon como Kirby eran dos chavales... y dos chavales que dibujaban como el culo.
Los dos estuvieron en el título exactamente diez números: se fueron a DC, que por cierto tampoco es que haya tratado con mucha ecuanimidad y justicia a Jack Kirby. El título sobrevivió hasta los años cincuenta. Se resucitó otra vez. Se hundió de nuevo, y se volvió a resucitar en los años sesenta. En los años cincuenta y en los cuarenta también, lo escribió ese jovenzuelo ladrón, Stan Lee. Y en su resurrección definitiva, con Jack Kirby al frente, también estuvo Stan Lee.
¿Cómo es el Capitán América que hoy conocemos todos? ¿Un luchador de la Segunda Mundial o un héroe patriota desfasado de su tiempo, una reliquia que durante décadas ha intentado ponerse al día? No hace falta que les de la respuesta. En los años cuarenta y cincuenta el Capitán era una máscara sin personalidad, un icono, un juguete, un personaje de tebeo tonto. Ganó empaque en los años sesenta, y todavía hoy sigue teniendo ese empaque. Otro inciso para recordar que Jack Kirby dibujó, con su título, sólo once números de Captain America: diez seguidos y un fill-in (dibujado o entintado fatal) entre los tres números históricos de Jim Steranko. Quizá porque estaba muy liado con otros personajes, quizá porque se supo inferior a Steranko, Jack no volvió al personaje hasta los años setenta. Una etapa que los aficionados al personaje prefieren no recordar, por cierto. Hasta entonces, Stan Lee, con sus altas y con sus bajas, estuvo escribiendo el título hasta que llegó otra gente más moderna que él... y que incidieron en lo que se había escrito, lo ampliaron y lo mejoraron.
Nadie crea de la nada. Nadie inventa nada. Los tebeos Marvel se basaron en otros tebeos previos de su mismo sello, en tebeos previos de la competencia, en lo que estaba de moda en la tele y en el cine. Si nos ponemos pejigueras, entonces podemos decir que Jack Kirby se autoplagió con los Fantásticos, se autoplagió con Thor, repitió ad nauseam una y otra vez las historias de monstruos venidos del espacio (Galactus es la estilización de todos ellos), y nunca tuvo empacho en saquear como pudo y como quiso todo lo que se le puso a tiro. Recordemos, por evidente, Kamandi como trasunto despendolado (y soso) de El planeta de los simios. Olvidamos, claro, que plagiar está muy feo. O que el concepto de copia, hace cincuenta años, no estaba nada claro y no tenía importancia ninguna en el mundo de los tebeos.
Creo que fue John Byrne, en Next Men o quizá en Wonder Woman, quien expresó muy claro todo este lío: no se pueden aplicar los avances en materias de derechos de autor que se han conseguido hoy a cómo se trabajaba ayer. (Avances, lo que se dice avances, los que los han conseguido: Marvel no paga todavía por las publicaciones de su material en el extranjero, y los personajes que yo mismo he incluido en su escudería (Noah Baxter, Abraxas o Hellscout, por ejemplo) son suyos y no míos, dejo aquí constancia por si en el futuro mis hijos y el hijo de Carlos tienen oportunidad de litigar por ellos y rascan algo).
También Steve Ditko, ese tipo tan raro, dejó muy claro hace unos años buena parte de todo esto. Cuando un misterioso donante le devolvió los originales del Amazing Fantasy 15, la presentación de Spider-Man, los rechazó, y eso que deben de valer un potosí y Ditko debe de andar a la cuarta pregunta. "Ya cobré en su momento por ese trabajo", dijo. Y los originales están, creo, en la Biblioteca del Congreso.
Nadie crea de la nada, insisto. Nadie es malo y nadie es bueno. Todos recuerdan la película a su modo, porque la memoria es un invento que nuestro cerebro se saca de las neuronas para explicarse la realidad. Jack Kirby fue un gran dibujante, un magnífico narrador que tardó muchos años en despegar como tal, y que lo hizo, aparte de cuando pudo confiar en entintadores de tronío (léase Chic Stone o Joe Sinott o Mike Royer) cuando se alió a ese señor del peluquín que había hecho hasta entonces tebeos muy malos, como el propio Jack, y que se sacó de la manga un estilo de escritura ampuloso, poético, pasional, que fue la marca de la casa y era lo que atraía y todavía atrae hoy de los personajes más característicos. Jack pudo confiar en Stan para que puliera, exagerara, convenciera con su verborrea las lagunas de su narrativa dibujada, y Stan pudo confiar en Jack para que diera forma a veinte páginas de plot más o menos consensuado con la tranquilidad de que luego él revestiría el producto de una capa de barniz literario para que fuera aún más brillante.
Cuando se juega a crear, cada uno pone de su parte. Pero la suma es más grande que el todo.
Porque, volviendo a lo de antes: Stan reconoce que Silver Surfer fue creación plástica de Jack Kirby... ¿pero quién le dio alma?
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