Se muere febrero y parece que ya se abre una puerta al verano. Los días se van haciendo naturalmente más largos, sin los apaños de los cambios de hora, y ya empiezan a sobrar mangas y bufandas, y el sol pica y molesta en la cara, y hace uno cuenta de las semanas que faltan para Pascua y comprende que ya estamos de oca en oca, como cada año, sorteando los charcos de los días de trabajo y bailando de fiesta en fiesta: la alegría del reencuentro añorado con el mar y la arena, de pronto, se contradice con la velocidad de este suspiro entre fríos y calores que llamamos vida.
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Categorías: Reflexiones