Pues eso, que he borrado el último artículo que colgamos ayer. El del estatuto de Cádiz. ¿Y por qué lo he borrado? Porque, como bien nos informó MRT, no se trataba de un chistecillo anónimo de los que tantos pululan por el correo electónico (hay que hacer un día una reflexión sobre el humor y el porno aquí en internet, oigan), sino un texto (y una vez leído, bien que se nota) de Antonio Burgos. O sea, zapatero a tus zapatos (no pun intended, que dicen los otros). O sea, que el texto es suyo (pese a que juegue al Cidi Hamete Berengeli en su presentación), y si no es suyo fue el quien lo vio primero, y a mí bien que me molesta cuando me roban (así, con las cinco letras) un texto de Crisei o de Umbrales para colarlo como si no lo hubiera escrito nadie o lo hubiera escrito otro.
Lo dicho: que el texto del estatuto gaditano es de don Antonio, no de nadie, y como es de don Antonio y no de nadie, ni mío ni tuyo ni nuestro ni vuestro, es a don Antonio a quien hay que darle el crédito, y en la página de don Antonio donde hay que buscarlo y leerlo.
Y eso es lo que hay.
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