La publicidad de este tebeo, por una vez, no se basó en frases bonitas que nada significaran. "V de Vendetta es todo lo que los cómics no se supone que son", llegó a decirse, y era cierto, porque la historia que aquí se cuenta, el mensaje de subversión que llega a proponerse, dista mucho de cuanto se había intentado antes (y se ha intentado después) en el campo de la historieta. Alan Moore y David Lloyd, entonces en los primeros pasos de sus respectivas carreras, son británicos, y esa forma de ver el mundo y la historia se cuela por cada una de las viñetas de esta serie. George Orwell no está, quizá, demasiado lejos de este mundo postnuclear fascista con campos de concentración y cámaras de televisión controladas por un líder mesiánico y de físico vulgar, pero en la amalgama de influencias que pueden rastrearse como precedentes de este cómic único, tampoco puede obviarse a Huxley, a Farenheit 451, El conde de Montecristo, Lagardère o El Hombre que ríe, a series televisivas como El prisionero, a la Segunda Guerra Mundial recordada o aprendida de oídas por los autores, o iconos culturales como El Fantasma de la Ópera, con un algo de La Sombra o El Zorro o Robin Hood y un mucho de científicos locos, de esos que disponen de ingentes recursos económicos y viven en los sótanos de mansiones imposibles, xanadús donde alternan el parque de atracciones y el mausoleo de pesadilla.
Es un tebeo difícil que, iniciado en la revista inglesa Warrior, fue concluido varios años más tarde (una de las constantes de la obra de Moore parece ser ese dilatar de sus creaciones en el tiempo, recuérdense Miracleman o From Hell, con la que esta V de Vendetta tiene varios puntos en contacto) para su edición como comic-book americano, de la mano de DC Comics (que su carga de profundidad política pasó por encima de las cabezas del público lector queda reflejado en el hecho de que, a modo de homenaje, Batman se enfrentaría poco más tarde a un doppelgänger de V llamado Anarkía, algo quizá de agradecer pero que erró el tiro). En V de Vendetta no hay concesiones a la galería: la historia es tenebrosa y el dibujo refuerza una y otra vez la indefensión, la brutalidad, el desamparo de todos los personajes, buenos y malos (si buenos y malos hubiera), víctimas y verdugos (roles que se intercambian una y otra vez conforme avanza el relato), vengadores que no encuentran la paz y vengados que agradecen la muerte. Lloyd saca partido de sus limitaciones como artista y en su dominio del contraluz retrata una sociedad inglesa extrapolada a la sumisión de la barbarie: se respira el ambiente marrón de las calles húmedas, la opresión de los lugares cerrados y la muerte que el otoño (las historias se desarrollan en noviembre, puesto que Guy Fawkes, a quien el personaje V reivindica en su causa a través de su disfraz, intentó volar el Parlamento el día 5 de ese mes) contagia a los árboles de los parques. El puñado de personajes que puebla esta historia tiene un elemento común: todos están solos.
Es un tebeo cruel donde cuesta trabajo asimilar que V sea un héroe (se le presenta en el primer capítulo como "El Villano"), pues su papel de víctima en un campo de concentración y la -aparente- absorción de superpoderes mentales lo transforman en una máquina imparable, un paladín enfrentado en un principio a la sociedad totalitaria que ha hecho de él un monstruo inteligente y vengativo, pero también en un anti-mesías, un iluminado que acusa al hombre de la calle de permitir la instauración de la hecatombe y al que amenaza con eliminar si no consigue promover un cambio. V no tendrá reparos, lo descubriremos poco a poco, en matar y matar a sangre fría, llegando incluso a la tortura física y psicológica de su pupila Evey, porque sabe que sin dolor y trauma no es posible el cambio. Hay mucho de Hannibal Lecter y de Clarice Starling en la relación entre el sonriente y frío V y la cariacontecida y sometida muchachita, quizás porque esa inteligencia superior de la que V hace gala lo hace desembocar en el mismo desprecio hacia cuanto le rodea, desde el amor por lo que pudo ser ese mismo entorno. Como Lecter, V ha trascendido la humanidad. Quizá el prisionero número 5 que fue y del que nace murió en aquella explosión en el campo de concentración, y el justiciero del disfraz fantasmagórico y ridículo sea eso, un espectro que imita la vida sin comprenderla ni añorarla.
El sonriente rostro inexpresivo de la máscara de papier mâché de V, ya lo sabíamos, es a la vez mueca de desprecio y amenaza que promete un ajuste de cuentas. La revolución que propugna en su caminar por las sombras no tiene sólo una alumna que, también lo imaginábamos, ha de continuar algún día la misión del maestro, en cuando asuma esa misma sonrisa, tallada ya en los rasgos de su carne. La enseñanza de V sólo puede producir incomodidad y busca sin duda hacer tambalear las convicciones no sólo de los personajes de su historia, sino de los lectores que somos, de los lectores que buscan identificarse con un justiciero en las sombras (como Batman, sí, como Dick Turpin) pero no son capaces, sin duda, de cortar el lazo umbilical que los sujeta a un establishment que los coarta y los protege. V tiene muy claro (y qué gran acierto es que jamás veamos su rostro verdadero, porque su rostro verdadero es tan anónimo y tan universal como su máscara blanca) que caos y anarquía no son lo mismo, pero el precio que hay que desembolsar para pasar de un estado a otro es, lo sabemos también, demasiado alto y hoy por hoy no estamos en modo alguno dispuestos a pagarlo.
Comentarios (125)
Categorías: Historieta Comic Tebeo Novela grafica