Me corrige amablemente Jesús Cuadrado en el foro de los invisibles porque he escrito dividís y no dividíes. Toda la razón del mundo tiene.
Dividí, lo saben ustedes, es la manera en que escribo, medio en serio medio en broma, dvd. Me parece que es difícil pronunciar de-uve-dé, por aquello del hiato, y que es mucho más sencillo decirlo con la i, que es a fin de cuentas como se pronuncia en pitinglish y como sin duda lo pronuncian todos los que hablan el español de América. Ya hace muchos años abogaba yo por decir cedé y no compact disc (que eso sí que cuesta trabajo pronunciarlo, ¿eh?), y parece que el habla se impone y, en efecto, todo quisqui dice hoy cedé, que es más sencillito.
Pero claro, para la incorporación de palabras hay que tener en cuenta los mecanismos de la lengua. Y si vamos a decir dividí, el plural tiene que ser, en efecto, don Jesús, dividíes. Como alhelíes, sí. Como huríes. Como borceguíes. Uno no está en contra de ir incorporando palabras y palabros al idioma, sobre todo cuando arrastran consigo realidades nuevas, pero sí que hay que tener en cuenta las reglas gramaticales y ortográficas que nos mueven. Aunque haya momentos en que nos salgan cosas muy raras: prueben ustedes a decir el plural de láser.
Vengo de darme un par de docenas de paseos por los pasillos del hospital donde está mi mamuchi y veo, con cierta sorpresa, una cestita (un cannister, más bien, palabra que nunca he sabido traducir con exactitud), con el siguiente texto: BIORIESGO. O sea, ya se ha adaptado la expresión biohazard que tantos quebraderos de cabeza nos da al traducir novelas de ciencia ficción y, supongo, tratados médicos. Bioriesgo. Vale, me gusta.
Pero tendría que escribirse biorriesgo, con erre doble. O bio-riesgo, con su correspondiente guión intermedio, porque si no se pronunciaría de una manera algo afectada, ¿no? Como siempre, cuando se intente poner límite a la continua incorporación de palabras al idioma, el mal ya estará hecho.
Una anécdota propia: en uno de los primeros libros que traduje (creo que fue La caza de Nimrod), aparecía un término que traía de cabeza a Miquel Barceló: construct. Salían una especie de bichos medio gatos medio máquinas, the Morgan constructs. Yo lo traduje, de sopetón, por "criaturas de Morgan", y tan pancho.
Pero el término sigue apareciendo en otras muchas novelas. Y queda claro que no siempre se podrá traducir como criatura, porque criatura es femenino y a veces esos constructs tienen claras cualidades masculinas. Tentado estoy siempre, pero no me atrevo, de incorporar directamente constructo a la traducción, aceptar la palabra como lo que es, un término nuevo (recuerden ustedes que por ahí se dice, y mucho, concreto por hormigón). Ya lo hemos hecho muchas veces antes: láser, máser (aunque les hayamos añadido las tildes y los plurales que tan raro nos suenan), cyborg (con y o con i latina), arcologia, mutante, y hasta clon, aunque clon venga del campo de la biología y alguna vez se haya escrito clono. La expresión constructo, en cualquier caso (o reconstruct, como aparece en el libro que estoy traduciendo ahora, y que estoy adaptando a reconstrucción, sin complicarme más el tema), daría la imagen de que se trata de un ente nuevo, mitad hombre mitad máquina, mitad fauna y mitad flora: lo que sea, pero no natural, que es lo que parece indicar la palabra criatura. Ya veremos en qué queda el término y si lo incorporamos algún día.
Porque las lenguas cambian, y se mueven continuamente, lo sabemos desde siempre. Y si no se mueven no es que no salgan en la foto, es que van directamente al cajón y se las encierra en una enciclopedia en vez de estar donde tienen que estar: en nuestras bocas, en nuestras realidades, en nuestras letras.
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