A esto lo llamo yo morir de éxito, oigan. Hemos batido más records que Fernando Alonso y Niki Lauda juntos. Dos minutos, dos, hemos aguantado en la playa.
Todos estos días atrás, los siete kilómetros siete en línea recta rebosando de gente, sombrillas, vendedores, flotadores y tal.
Y hoy sopla un norte largo, larguísimo, que hace que la bandera amarilla de precacución ondee como la Jolly Roger en La Perla Negra. Y no hay nadie en cien kilómetros alrededor, tres sombrillas vencidas en la arena mojada, media docena de valientes acurrucados contra las escalerillas, la mar picada y las olas rizadas y blancas (lo que los ingleses llaman whitecaps). Creo que me he cruzado brevemente con Threepio y Artoo-Deetoo que iban camino de encontrarse con un puñado de jawas.
Qué frío. Qué malestar. Qué mala pata.
Primer día de playa y ha sido un visto y no visto, corriendo para casa, con los pies congelados y tarareando por lo bajini la canción de La leyenda de la ciudad sin nombre.
Y lo curioso es que en casa hace un calor sofocante.
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Categorías: Cosas de Cadiz