Es Romeo y Julieta puesto al día, sólo que aquí Julieta es hindú y Romeo es nada menos que el fútbol. Shakespeare más perpetuo que nunca, su tragedia convertida en comedia, un montón de situaciones despendoladas en busca del final feliz que todos los seguidores de los enamorados de Verona en el fondo quisieran.
No me gusta el fútbol, lo saben ustedes, y si me quedé anoche a ver esta película fue porque actúa Keira Knightley. No me esperaba gran cosa, aparte del morbillo de escucharla en versión original, con todos los acentos diversos de ese inglés británico que cada vez me cuesta más trabajo entender, a favor del inglés norteamericano. Y, oigan, no voy a decirles que la película me gustó. Es que, simplemente, me encantó.
Porque es fresca y cuenta un montón de historias paralelas, y los personajes están bien dibujados y parecen reales. Y porque, estando dirigida por una mujer, Gurinder Chada, ofrece un punto de vista no sé si feminista, pero sí femenino del deporte y la tradición y la familia y el futuro.
Jules y Jess, Juliette y Jesminder, con sus apodos masculinizantes que quizá están recordando a Truffaut, son dos adolescentes que sueñan con jugar al fútbol de manera profesional, la inglesita blanca de clase media y la inglesita hindú, enfrentadas siempre a la tradición. Resulta significativa e irónica la mirada que la directora hace de sus propias raíces, del matriarcado, del guardar las formas. Es una buena muestra del enorme salto que existe entre padres e hijos, de cómo unos y otros se engañan mutuamente y las apariencias son más importantes que cumplir los sueños.
La película tiene un ritmo endiablado, las escenas de fútbol tienen el truco justo para que parezca que de verdad estamos ante unas jugadoras de campeonato, pero sobre todo me quedo con los guiños, lo que se cuenta prácticamente off camera: el contraste entre los coches de una familia y otra, la profesión del padre de la joven Jess, el cruce de miradas de la madre de Jules, la homosexualidad encubierta de Tony, las jovencitas pilinguis o las viejecitas indias (parientes de la directora, por cierto) que viven pendiente del móvil y los chismorreos.
Y la música y algún que otro baile pegadizo, claro.
Una reflexión acertada sobre el presente del Reino Unido y su posible futuro, sobre las clases sociales y hasta sexuales, tradición contra innovación, sencillez contra complicación, sinceridad contra mentira...
¿Por qué no se hacen estas películas aquí, más cerca?
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