Para que las cosas nos vayan lo mejor posible durante este 2019, vamos a empezar el año como Dios manda: topándonos con la Iglesia y con el mejor escritor español de literatura de género de todos los tiempos. Así es la cosa, un dos por uno que no tiene desperdicio, un ofertón para empezar el año con buen pie y mejores lecturas, un detallico de este negociado que vela en todo momento por el óptimo aprovechamiento, queridos todos, de su tiempo de ocio.

¿Y qué mejor propuesta para iniciar este nuevo ejercicio fiscal y literario que un libro de esos que se devoran de una sentada? O de tres, porque tres son los relatos que conforman la nueva obra del gran Rafa Marín: dos que bordean las cien páginas cada uno y un tercero, que es el segundo en el orden de presentación, de apenas doce y que es una demostración apabullante del poderío narrativo de este autor incombustible y ejemplar, el más enérgico y exquisito a la hora de imaginar aventuras y pesadillas con mucha intención y con una prosa que suele tender a la excelencia en mi canon particular.

Los más viejos del lugar ya habrán adivinado que este Rafael Marín es el mismo Rafael Marín Trechera que firmó, hace nada menos que treinta y cinco años, la mejor novela de ciencia ficción que se haya escrito en España, Lágrimas de luz, una joyita que hoy resulta muy difícil encontrar en formato físico, algo que dice mucho sobre lo colosalmente ingrato que siempre ha sido el negocio editorial, aunque existe la posibilidad de descargar el ebook gracias al sello Sportula, comandado por otro clásico de la literatura de género patria, Rodolfo Martínez. Este Rafael Marín es el mismo Rafael Marín Trechera que firmó una trilogía maravillosa titulada La leyenda del navegante o, una vez suprimido el segundo apellido, el gozoso pastiche holmesiano Elemental, querido Chaplin, que habría deleitado por igual al investigador de Baker Street, a su anexo disfrazado de doctor y al creador de ambos, por no hablar del actor del bastón, el bombín y los pies a las diez y diez. En 2015 publicó una novela de casi mil páginas dedicada a Don Juan y titulada tal cual, un texto colosal y deslumbrante que le ha vuelto a confirmar como el gran escritor que siempre ha sido y será, se mueva en los campos de juego y en los géneros en los que se mueva.

En esta ocasión, como ya ha quedado dicho, se adentra en las dependencias más recónditas y desconocidas de la iglesia católica, allí donde solo pueden acceder el Papa de Roma y sus tres elegidos: el comandante en jefe de la Curia y la reducida tropa de un ejército en lucha eterna contra el Mal. A las sombras más oscuras no se las puede combatir con oraciones ni con encíclicas. Se precisan métodos más contundentes y radicales. Así es como entran en escena nuestros tres aguerridos protagonistas: Esaú Falconi, Ismael Nero y Ángela de Ory. La guardia pretoriana de la Luz.

Hagamos en este mismo instante un rebobinado temporal y vayamos al año 2000. Es en ese entonces cuando Rafael Marín es fichado por nada menos que la editorial Marvel para escribir los guiones de la mítica serie mensual protagonizada por Los Cuatro Fantásticos. Lo acompaña en esa portentosa empresa el dibujante Carlos Pacheco, que ya había colaborado con Marín en los guiones de otra serie marvelita, la de los Inhumanos. Si para ambos debió de ser un sueño imaginar nuevas aventuras de Reed Richards y compañía, para los lectores españoles supuso un éxtasis que nos llenó de orgullo y satisfacción. ¡Era la hora de las tortas gaditanas!

¿Por qué les cuento esto? Pues porque si le quitas un fantástico al famoso cuarteto, te quedan Los Tres Fantásticos de la Santa Madre Iglesia, que es lo que vienen a ser los protagonistas de esta novela. Ni Esaú Falconi se estira como Reed Richards, ni tampoco Ismael Nero se convierte en una llama viviente como Jhonny Storm, ni la hermosa Ángela de Ory es capaz de volverse invisible como Sue Storm, señora de Richards, pero, en el fondo, lo que Rafael Marín nos presenta en esta fantástica obra es a un grupo de superhéroes sin poderes… o, para ser más preciso, con todos los poderes que el mandato papal les puede otorgar.

Contado así, puede que a más de uno el asunto le resulte gracioso (y, en el fondo, lo es, aunque ese fondo sea muy profundo y le pillemos el puntito, sobre todo, los que conocemos sobradamente la trayectoria del autor), pero Marín se toma muy en serio las andanzas y las tribulaciones de este supergrupo divino y nos sumerge de golpe, y sin ninguna clase de prevención, en un universo de espantos que le sirve no solo para enganchar y angustiar al lector, sino, sobre todo, para reflexionar sobre asuntos muy actuales y, en última instancia, desvelar el lado turbio de la fama, el glamour, el adocenamiento de las redes sociales y el envilecido precio del triunfo allí donde no existe mayor recompensa que la desolación eterna.

Esto es literatura de género de mucha calidad, o lo que es lo mismo: literatura de mucha altura, da igual el género al que pueda adscribirse. Marín domina los resortes de la narración en todo momento y nos deja tres relatos que fascinan y aterran por igual. Su estilo, esa forma milagrosa de encadenar las palabras y las frases para regalarnos imágenes potentísimas y estilizadas, sigue funcionando como una maquinaria perfecta en la que nada sobra ni falta.

¿Qué quieren que les diga? Da gusto leer a este autor. Aunque sus querencias personales y argumentales le hayan podido alejar durante años del gran público, es uno de los mejores narradores de nuestro país. La elegancia en la expresión y en la construcción, el ritmo medido, los símiles exquisitos y unos personajes que, siendo profundamente humanos, consiguen trascender la mera anécdota de sus pesquisas y enfrentamientos para convertirse en el principal sustento de la creación (con minúscula y con mayúscula, tanto da) son solo algunos de los elementos que convierten esta obra en una completa gozada. Puede que los lectores más estirados piensen que leer esta clase de libro es un placer culpable, un pecado literario, pero no hay tal. No peca quien lee a Rafael Marín, sino quien ignora a un autor que escribe (imposible acabar de otro modo) como Dios.

MIGUEL MATESANZ, publicada en "La Ventana de la Agencia" el 14 de enero de 2019.

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