Cuando des la media vuelta, agárrate el sombrero
No te engañes: también aquí son dueñas las gaviotas (segunda observación del caminante playero).
He aquí la paradoja: entre los caminantes playeros matutinos en busca de ponerse en forma, no hay nadie que ya esté en forma (tercera observación del caminante playero, con ramalazo shakespiriano esta vez).
Puedes escuchar tu música en cualquier parte. Sólo a la vera de la mar se escuchan los sonidos de la vera de la mar. (cuarta observación del caminante playero).
Todos estos cuerpos derrengados y en desforma, ¿nos reconoceremos unos a otros cuando termine el verano? (quinta reflexión del caminante playero)
Los caminantes blancos... ¿son estos turistas que no han visto el sol desde julio del año pasado? (sexta reflexión del caminante playero)
Esa anciana que camina por la orilla y de repente se santigua. ¿Penitencia y veraneo al mismo tiempo? ¿Un dos por uno, como si dijéramos? (séptima reflexión del caminante playero)
Cuánta tristeza en los ojos del perro viejo (octava reflexión del caminante playero, aún en el semáforo)
El tonto playero se sitúa justo donde terminan las tablas de madera de acceso. Luego se enfada porque le molesta la gente que llega o se marcha. Como si no tuviera a su disposición siete kilómetros de arena (novena reflexión del caminante playero)
El tarzán playero es cincuentón, melenudo plateado, con cuerpo casi triángulo invertido: todo pecho, como la Pantera Rosa cuando se infla. Usa un bañador negro ajustado, de natación, estirado hacia arriba, que tal parece que lo sujetara por encima de las caderas. Por las noches viste blanco ibicenco, mucha quincalla de oro falso, y atiende o devora bifes de chorizo. (décima reflexión del caminante playero).
A las nueve y media de la mañana, los niños turistas juegan en la orillita ajenos a la hora y al futuro. (undécima reflexión del caminante playero)
Sobre el surco de las máquinas que alisan la arena, la pisada de las palomas. La naturaleza siempre tiene la última palabra (duodécima observación del caminante playero).
Nada más frágil que el niño que da sus primeros pasos por la orilla (13º observación del caminante playero).
La playa es de todos. Los domingos, literalmente (14º observación del caminante playero).
Sobre la huella de las palomas, las de los hombres que un día fuimos Viernes y quién sabe si al paso que vamos no volveremos a serlo.
La espuma de las olas es el semen del mar que intenta en vano preñar a la arena
¿Nos reconoceremos en septiembre, si nos cruzamos vestidos?
Ese otro caminante playero que pisa en falso, salta sobre un solo pie, se agacha y examina la piedra que no ha visto con la resaca. ¿Qué esperaba que fuera? ¿Una pepita de oro? ¿Kriptonita? Si es que no se os puede sacar de la oficina, turistas
Los surferillos que entrenan antes de lanzarse al agua se han cubierto medio rostro con protector solar a modo de máscara blanca. Los niños juegan a ser superhéroes. El instructor, igualmente maquillado, juega a que se llama Bodhi
La pisada que borra la ola es la metáfora perfecta de tu paso por la literatura
El tarzán playero pobre sigue luciendo tatuaje añil con "Amor de madre"
La gaviota es el T-Rex de los pájaros de la playa
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Categorías: Reflexiones