Confieso que cuando Enrique Blanco Rodríguez recomendó este libro, mi primera reacción fue la de un fuerte escepticismo. Al fin y al cabo, la figura del Tenorio me ha parecido siempre intelectualmente repulsiva y sobre la calidad literaria de las obras basadas en él no haré muchos comentarios. El único D. Juan que me ha interesado en mi vida es el de Mozart y eso es por obvias razones que poco tienen que ver con la literatura.
En cuanto al héroe local de esta ciudad, D. José Zorrilla, ¿qué podría yo decir? Mal tiene que estar esta ciudad para que aquí todo se haya dedicado a Zorrilla, al menos hasta que llegó Delibes. Piadosamente pensemos que es autor que ha soportado mal el paso del tiempo. Al fin y al cabo, soportar a ese gran cabronazo sólo está al alcance de unos pocos elegidos, pero estarán Vds. de acuerdo conmigo en que aquello de “¿No es verdad, ángel de amor……?” debe estar en cualquier antología del ripio que se precie.
O sea, que mi primera reacción ante la publicación de Enrique fue fruncir el ceño, y más tratándose de un autor que, lo confieso, me era totalmente desconocido.
Pero el gran respeto que tengo por el criterio de Enrique, de quien soy seguidor desde que sigo su blog a raíz de conocerle personalmente y de leer en su magnífico blog (http://enriqueblanco.net/) aquel apartado “música y matemáticas”, que me resultó fascinante, y la publicación en ese mismo blog de su reseña (http://enriqueblanco.net/2017/06/don-juan-don-rafael-y-yo/ ), me decidió a adquirirlo.
Nunca he hecho crítica literaria y no voy a empezar ahora. Sólo me tengo por lector empedernido, de la misma forma que soy melómano, también empedernido y nunca me atrevería a hacer crítica musical. De modo que aquí solo va mi opinión, por si a alguien pudiera interesar: Esta novela, reinvención del mito del Burlador, reconcilia con el personaje, que poco o nada tiene que ver con las versiones clásicas de Tirso y del bueno de D. José. Su prosa, más que atraer, engancha y debería ser de lectura obligatoria aunque sólo fuera por el paseo que propone por la Europa del Emperador Carlos y los personajes y mitos de nuestra historia y literatura.
Desastre de país el nuestro en que Spinola, Gálvez, Blas de Lezo y, si me apuran Gonzalo Fdez. de Córdoba son perfectamente desconocidos por la ciudadanía. ¡Qué no harían los anglosajones con semejantes personajes!
Resumo esta mi opinión, puesto que ni puedo ni pretendo competir con la espléndida reseña de Enrique más arriba indicada: se trata sin duda de una de las mejores obras escritas en lengua castellana que he leído desde hace mucho tiempo y, para mí, el descubrimiento de un enorme escritor que me cuenta desde este momento entre sus seguidores incondicionales. Y como para mi vergüenza debo insistir en que me era totalmente desconocido y resulta que tiene una ingente obra ya publicada, me pongo de inmediato a reparar ese desconocimiento.
De momento, he decidido seguir por “Mundo de Dioses”, no tanto por cambiar de tercio, como porque incide en un elemento que hoy pudiéramos considerar de inquietante actualidad: a partir de la existencia de la tecnología CRISPR, que permite literalmente la edición del genoma humano, un punto de disrupción en nuestra historia se nos aparece claramente. Va a ser posible la eliminación de enfermedades hereditarias …. O la creación de castas de Hombres con caracteres seleccionados y predeterminados, de superhombres. Una sociedad en la que las clases sociales descritas por los autores marxistas sean un juego de niños. La Utopía frente a la Distopía. El Hombre en la encrucijada de su destino. El Superhombre, por primera vez, aparece como algo más que un hallazgo literario para pasar a la categoría de posibilidad tecnológica.
Pero como no me tengo por “gurú”, y además no puedo creer en ellos, me permito aquí terminar con la frase clásica del final del prólogo de “2001, una Odisea del Espacio”, de los maestros Kubrick y Clarke: “ Mas recordad, por favor, que esta es sólo una obra de ficción. La verdad, como siempre, será mucho más extraordinaria”
Muy buenas noches tengan todos Vds.
Ángel M. De Frutos Baraja
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