La industria del cine ha necesitado siglo y pico de evolución y revoluciones tecnológicas para poder mostrar, sin chirríos ni ridículos, lo que en los tebeos se soluciona con puntos de fuga y conocimiento anatómico. Quince años llevamos ya (si iniciamos todo esto con los primeros X-Men llevados a la pantalla) de experimentos de prueba y error y juegos malabares pirotécnicos, haciendo los cambios justos en la plantilla de la narración para mostrar a todos los públicos (y no sólo a los lectores de historieta, detalle que estos olvidan/olvidamos convenientemente) la traslación a la imagen móvil de aquello que fue un universo de creación, la mitología del final del siglo veinte.
Marvel, reconozcámoslo también, ya no es aquel pequeño foxterrier que ladraba a los talones de los grandes editores, en palabras de Stan Lee. Ya ni siquiera es una editorial de tebeos, aunque el zombie que ahora encarna lo parezca. Marvel está en manos de unos técnicos que a su vez están en manos de otros técnicos que dependen de cifras de ventas. Son, recordémoslo también, un pequeño imperio cinematográfico que depende del otro gran imperio al que nadie hace sombra hoy en día: Disney. Lo que vemos en las pantallas (sea por la propia Marvel Productions o por los títulos vendidos a fondo perdido a otras productoras como Fox y Sony) no es la versión en cine de los cómics, sino varias versiones (la de los mutantes por un lado, la de Spider-Man por otra, la del núcleo de los personajes que no vendieron en su día y ahora explotan) que se parecen levemente (o no) a los tebeos. La imagen móvil crea y recrea un palimpsesto que recicla, regurgita y recrea momentos puntuales de más de cincuenta años de comic-books, a ritmo endiablado y quemando ruedas con cada película…. Y que a su vez influye en el cadáver que son hoy los cómics. Verán cuánto tarda la Antorcha Humana de los tebeos en ser negro, o en morir ese personaje que…. Ah, los spoilers.
Con Vengadores: La era de Ultrón dicen que se pone fin a la fase dos de presentación (o introducción) de los personajes en el cine. Lo que empezó con Iron Man y se expandió a los demás títulos y que ahora dan (hipócritas) por cerrado con ese final algo falso que plantea la película. Dirigida por Joss Whedon, el inteligente creador televisivo de Buffy Cazavampiros, Ángel y Firefly, que ya se encargó de coordinar el convulso ballet de tantos personajes en la anterior entrega del supergrupo y que ahora, dicen que agotado, dicen que por desavenencias creativas, dejará el puesto en otras manos para la tercera película.
Hay acción a raudales, en esta nueva entrega. Demasiada acción, quizás. Mucha explosión, mucho golpe, mucho edificio derribado, mucho chiste tonto (que siempre se agradecen, eso sí). Pero el argumento es convulso y confuso, sin estilizar, y la dirección es errática, tanto en los movimientos de los actores cuando charlan y charlan y charlan (una rémora de la formación televisiva de Whedon, quizás), como en los desopilantes movimientos de cámara, donde todos pelean a la vez y saltan, esquivan, golpean y destruyen sin que nos de tiempo a verlo todo: la clara exposición narrativa de los cómics clásicos ha desaparecido, sustituida quizás por el cacao monumental de la narración de los cómics contemporáneos.
Es posible que parte del problema sea la enorme cantidad de personajes en liza. A los conocidos Hulk, Iron Man, Capitán América, Ojo de Halcón, Viuda Negra y Thor se les une un casting de secundarios que necesitan, todos, su medio minutito de exposición: María Hill, el insoportable Nick Furia, el viejo Stan Lee, el Halcón (Falcon en el cine) y el sustituto-pero-menos-porque-ya-lo-negociaremos-en-contrato-aparte de Iron Man, Máquina de Guerra. Y sumen ustedes la aparición estelar de Heymdall, Peggy Carter, Ulises Klau… Muchos personajes a la vez, para una historia que, además, presenta a un malo del que se deshace en segundos (el barón Strucker), a otro que desaprovecha, sembrando para el futuro (el citado Ulises Klau), más los dos mutantes-que-no-pueden-ser-llamados-mutantes-sino-mejorados, Pietro y Wanda (nada de “Mercurio” y “Bruja Escarlata”), el papel que por fin se merecía (o no), Paul Bettany como Visión. Y el malo. Un James Spader convertido en robot con labios y soliloquios algo planitos, Ultrón, que es el villano porque tiene que serlo y que sin embargo no hace grandes villanías, ni declama a Shelley (como debería), ni asusta. El juego meta-referencial entre Dios y su creación, o la poesía que en los cómics tiene tanto la aparición de Visión como el portentoso final donde Roy Thomas presentó a los lectores el poema Ozymandias hace ya cuarenta años, no se explora ni se justifica. No hay recreación de la mitología Vengadora más que lo justito. Whedon, más que nunca, ha hecho aquí un trabajo de encargo donde los fundidos en negro lastran el desarrollo de la poca chicha que tiene la trama, en tanto suponen un parón, y donde la espectacularidad de las escenas de acción no tiene una contrapartida en la emoción de la presentación de la amenaza: cuánto mejor hubiera sido que Ultrón les hubiera estallado en la cara a Banner y Stark en vez de aparecer cuando estos andan de copas, cuánto más no se habría cerrado el círculo si Wanda Maximoff hubiera tenido oportunidad de experimentar en carne propia un rescate in extremis por parte del Iron Man al que odia…
La película resuelve la dualidad del personaje de Quicksilver, que tanto en la franquicia mutante como en la marveliana-marveliana es interpretado por dos actores distintos, sin nombrar en ningún caso: solo sabemos que corren mucho, que uno se llama Peter y el otro Pietro. Lástima que no supieran ponerse de acuerdo y haber entregado la interpretación, en ambos lados del universo cinematográfico, al mismo actor. Sigue habiendo los huevos de pascua (o bantha fudu) para que los espectadores que están en el ajo babeen cuando se menciona a Wakanda (pero no sale Pantera Negra), con lo cual daba lo mismo que la acción se situara en Sebastopol o en Argamasilla de Alba. Lo más importante es cómo se distancia de la destrucción sin sentido de la que se acusa a El Hombre de Acero, la última película de momento de la Distinguida Competencia/Time Warner. Allá donde el nuevo Superman se enzarzaba en una ensalada de tortas con los invasores extraterrestres sin que parecieran importarle las vidas humanas que, forzosamente, tenían que perderse en el derrumbe de tantísimos edificios, ahora los Vengadores (obviando el caos que crearon en la propia Nueva York en la anterior película) tienen muy claro que su prioridad es salvar a los civiles de la población que Ultrón lanza a la atmósfera como si una isla de Laputa fuera. Lástima que no se les ocurriera esa idea veinte minutos antes, cuando tanto Capitán América (¿para qué se quita continuamente la máscara?) como Viuda Negra rescatan a un Visión encapsulado en medio de una orgía de coches destrozados y, se supone, conductores hechos fosfatina. Pero, claro, estaban en Corea.
Se nota que faltan muchos minutos de metraje, escenas que podrían haber profundizado más en la relación interpersonal de los personajes y hasta aclarar más momentos de la trama. Quizá se quedaron en la sala de montaje y las ofrezcan en una puntual edición en DVD. No se preocupen si advierten al final de la peli que, con todo, desconocen ustedes los poderes de Vision: podrán resolver la duda leyendo los cómics.
En la mejor tradición superheroica, aquí los buenos se pelean y dan estopa de continuo. Se nota que están preparando la tercera película del Capitán América (que sigue siendo el personaje Marvel que mejor se traduce en la pantalla): Civil War.
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Categorías: Cine