Todos estamos de acuerdo en que reiniciar la franquicia con The Amazing Spider-Man fue una tontería. No todos estamos de acuerdo con que la citada película fuera mala: a mí me pareció aceptable y con momentos de buena narración; en algún lugar de esta desatendida bitácora tienen ustedes mis impresiones.
Nos llega ahora la segunda parte. Y por desgracia, ay, se me antoja la peor película de superhéroes que he visto (no cuentan, claro, las que no he visto). Diría que a la altura de la tercera película de la primera franquicia si no fuera porque semejante engendro lo tengo olvidado ya de mi memoria, como sin duda olvidaré este desaguisado narrativo.
Verán ustedes: hay superhéroes y superhéroes. Y luego está Spider-Man. O sea, otra cosa. Un peldaño en la escala evolutiva del superhombre tebeístico desde que lo idearon Stan Lee y Steve Ditko hasta... bueno, hasta la saga del clon, diría yo. No todo el mundo puede ser un figura toda la vida.
Lo que no comprende uno es cómo, si en los tebeos fue un personaje riquísimo, con un plantel de secundarios de lujo, con un magnífico juego de identificación con el lector y un equilibro perfecto entre el melodrama romántico-familiar-escolar-laboral y las hazañas superheroicas, no se consigue trasvasar todo eso al cine. No lo logró Raimi (sí, ya sé que lo tienen ustedes muy idolatrado) ni lo logran ahora. Quizás es que llega demasiado tarde y lo que podría ser Peter Parker/Spidey en las pantallas lo hizo, hace un puñado de años ya, Buffy the Vampire Slayer.
Este Spider-Man 2.B o como queramos llamarlo tiene una buena versión del personaje enmascarado: el muñeco solo canta unas pocas veces, se mueve como imaginamos que se mueve desde los tebeos, no hace falta que se desenmascare cada dos por tres para que nos creamos que las proezas las hace el actor... pero olvida a los secundarios de lujo, olvida las escenas de transición, olvida la gracia inherente a la locura absurda de ser estudiante (o lo que sea) de día y enmascarado de noche, a cambio de contar de manera confusa una historia que ya hemos visto antes: se cambia el supervillano central, que nunca está a la altura... y poco más. Mira que hay buenas historias de Spider-Man por contar, estén ya contadas en los tebeos o se imaginen directamente para la pantalla... pues ni por esas.
Spider-Man, lo vengo diciendo desde hace la tira, es un tebeo de niñas hecho para niños. Y la peli es claramente una peli para el público femenino, en tanto potencia la historia de amor hasta convertirla en un dulce empalagoso. Ya no hay química entre este Peter Parker llorón y morisquetero y esa Gwen Stacy que tiene los ojos más grandes y más redondos que Frodo Bolsón, y que ha dejado de ser una chica encantadora (lo fue en la otra peli) para convertirse en una idiota marisabidilla que se mete donde no la llaman y acaba como acaba.
Es un guión atroz, tan atroz que ni siquiera existe. Las escenas se suceden unas a otras con sacadas de la manga que son de rubor, desde ese Electro que es tontito y se convierte en malo porque le conviene a los guionistas (y que de paso plagia al Doctor Manhattan sin venir a cuento), a ese Harry Osborn que de pronto, albricias, se descubre como el mejor amigo de la infancia de este Peter Parker que vende fotos a un JJ Jameson que no existe. No se tomen ustedes la molestia de descargarse la banda sonora: váyanse a cualquier obra a pie de calle y es más o menos lo mismo.
La peli juega a querer recuperar lo que le interesa de la continuidad anterior y a la vez a partir de cero. Su gran baza, la muerte de Gwen Stacy, es confusa, atropellada y mal contada. Ya se jugó con tirar a Mary Jane desde el puente de Brooklyn en una de las pelis anteriores, así que no se puede repetir la misma escena, sustituyéndola por un campanario irreal que parece más profundo que el cráter del monte del Destino. Y, como el error de las pelis anteriores fue colocar a Mary Jane como asunto amoroso de Peter (porque entonces era lo que existía en los cómics), matar a Gwen aquí, tan rápido, cuando el espectador "de fuera" no ha tenido tiempo de conocerla y encariñarse con ella parece una metedura de gamba importante. Este Peter Parker es más gafe que el de los tebeos, aunque se le muera la misma gente: una cosa es que te quedes sin secundarios en veinte años de publicación y otra que en dos pelis se mueran tu tío, tu suegro y tu novia. Como punto culminante de la acción dramática, insisto, me parece pronto para eliminar a Gwen, aunque todos supiéramos cuál iba a ser su destino: habría que haber esperado a la tercera peli. Aquí son tan tontos, además, que la propia Gwen habla del tema en el discurso de graduación. Pa echarlos.
Por probar, vi la peli en 3D. Y me reafirmo en la idea de que el 3D es una tomadura de pelo que no ofrece tridimensionalidad más que en un par de detalles aislados y que sigue recordando a los dioramas de las postales de nuestra infancia: lo que se ve son capas de imágenes planas. Para colmo, las escenas muy rápidas de acción no se ven un pijo. A menos que te tiren algo contra la cámara, claro.
Amenazan con los Seis Siniestros para la próxima entrega. Visto cómo es el Rino, que parece que se haya hecho la armadura con latas de conservas, creo que me quedaré en casa.
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