6. EN LA CRESTA DE LA OLA
Siendo un magnífico escritor, con un sensacional sentido del tempo narrativo y del drama, resulta curioso que los personajes más emblemáticos y significativos del universo marveliano se le discutan o que él mismo reconozca son creación de otros. Es el caso de Estela Plateada, que a pesar de ser creado de rondón por Jack Kirby es "usurpado" por Lee poco después y acaba por ser, junto con Spider-Man, su personaje más característico.
Silver Surfer, dibujado por los hermanos Buscema en uno de los más bellos ejercicios de exhibición anatómica plateada y de poses declamatorias (y de sexo encubierto, ah, Mefisto y Shalla-Ball), constituye el punto álgido de Lee como escritor, y también, curiosamente, su más sonoro fracaso. Cierto que eran tebeos dobles, más caros, y que hubo según confiesan problemas de distribución que dieron al traste con el experimento. Pero a pesar de los maravillosos dibujos y de los hermosísimos monólogos de Estela Plateada el lector no puede desprenderse de la sensación de estar leyendo un peñazo inaguantable.
Estela Plateada es el personaje de Lee llevado al paroxismo pacifista, el quiero y no puedo definitivo, un tebeo adulto como eran los tebeos adultos hace dos o tres décadas, infantil a ratos, profundo sin sonrojo. El marginado definitivo. El mártir absoluto.
Y también el personaje con el que Lee, en más de una ocasión, trata de escapar al Universo Marvel. Ya la novela gráfica (recientemente reeditada) realizada con Jack Kirby se juega a la peligrosa baza de tratar de "aislar" al surfero plateado del resto del universo de papel, en peligroso movimiento que hace que, por ejemplo, los personajes Marvel (y también DC) no valgan un pimiento fuera del género, pues falta el contrapeso de todos los otros personajes y el contexto del universo para darles equilibrio (¡toma nota, Hollywood!).
Cuando Lee inicia la serie del Surfer, lo hace con otros puntos de vista, y son contados los otros superhéroes (Thor, Fantastic Four, Spider-Man) que asoman a sus páginas. Estela Plateada ya había tenido sus más y sus menos con Doctor Doom en la serie de los Fantásticos, pero éste no se ve por aquí ni con lupa. Es Mefisto el malo malísimo de este título. Y, para demostrar que Lee es un chico muy leído que adora la ópera, hasta el Holandés Errante se permite hacer una incursión por sus páginas. Y el monstruo de Frankenstein, en una nueva y tediosa revisitación después de su puesta al día bajo la piel verde de Bruce Banner. Y los badoon como raza extraterrestre-futura no conocida en el universo marveliano del momento.
Silver Surfer es un tebeo extraño. El primer número, donde se narra el origen del personaje, entra en absoluta contradicción con lo contado ya en la serie de los 4F: pues si Norrin Radd ya era noble, bello e idealista allá en su planeta de calvos, antes de que Galactus le diera su capa de barniz titanio, ¿a qué venía entonces su súbito cambio de actitud y su revuelta contra Dios, la "humanidad" aprendida de Alicia Masters, lo injusto de su destierro en la Tierra? O Lee no se acordaba o no le interesaba. Tuvieron que llegar luego otros, claro, y enmendarle la plana, y explicar la amnesia provocada por Galactus al darle los poderes y todo eso. Siempre es bueno tener a los subalternos al quite.
Después del origen cósmico, el resto de la serie es un incesante vagabundeo en busca de respuestas, palabras huecas y metáforas hermosas que a nada conducen (pero dando, ojo, mil vueltas a piruetas sobre vacío como Haxtur), explotando hasta la saciedad el tema de la incomprensión, la falta de solidaridad o la violencia inherentemente humanas. El castigo de reclusión en la Tierra acabará por pesar enormemente sobre la serie, pues Lee jamás llevó adelante ningún paso lógico en las situaciones estancadas de sus personajes, excepto para casar a alguno de ellos, y no es extraño que, agotado en sí mismo el concepto, Estela Plateada volviera a ser un secundario de lujo, ultrapoderoso (que ese pudiera ser otro fallo), relegado a apariciones esporádicas en el título que lo vio nacer. Y tampoco es extraño que, cuando muchos años después volvieran a resucitar la serie, obviaran el bello batacazo de papá Lee y optaran por darle al personaje un matiz spaceoperístico la mar de horroroso, libre de las cadenas impuestas por su pecado de ser hippy bienintencionado y meditabundo en una Tierra que ya no estaba para esas zarandajas.
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