5. GÉNESIS SIN RUMBO
En la mezcla de lo cotidiano, casi lo cutre, lo romántico, casi lo cursi, y lo épico, casi lo desaforado (y pueden ustedes si quieren quitar los "casi"), Stan Lee y su Bullpen encontraron un filón. Está también, claro, el humor, pero éste se desarrolla más en los comentarios de los superhéroes entre torta y torta con los que el scripter tiene que justificar que anda ahí dentro metido. Las situaciones visuales (y cito de memoria) son escasas, más cosa de Ditko y Kirby que del propio Lee, me parece. Al menos, no es por el sentido del humor por lo que Lee-guionista pasará a la historia, creo, sino por el agobiante afán de trascendencia de sus personajes. Otra cosa, claro, es el Lee-mercader que anuncia su producto desde la "Stan´s Soapbox" y se presenta al público como un colega algo canoso, con peluquín muy bien colocado, capaz de utilizar una verborrea propia con la que no le entiende ni dios... quizás para hacer creer que "está en la onda" de la juventud o la infancia que le sigue y a la que divertidamente alecciona.
Si quieres arroz, toma dos tazas. Si un personaje de comics tiene éxito, adelante con los faroles. A crear otro. Mientras que otros autores sólo serán recordados por una creación (Bob Kane con Batman, por ejemplo; Siegel y Shuster con Supermán; Chester Gould con Dick Tracy), Lee, Kirby y compañía, dignos herederos de gente como Will Eisner y su estudio, dieron en crear un tropel de personajes en pocos años, hasta crear eso que se ha llamado "The Marvel Age of Comics". Todos ellos ya tenían a sus espaldas años de creación de títulos efímeros, de multitud de otros personajes mejos afortunados, y quizá ninguno creyera que los nuevos y extraños, extrañísimos superhombres fueran a durar, tras los palos y hundimientos de la industria del comic-book en los años cincuenta, más de unos pocos meses. Eso podría explicar que los orígenes de los superhombres y hasta la dirección de muchas de las series sean tan débiles, tan oscilantes.
No hay más que ver los cinco o seis primeros años de Marvel para darse cuenta de que ni Lee, ni Kirby, ni Ditko ni ninguno de los demás tenía nada claro qué estaban haciendo. Los argumentos de los primeros tebeos de La Masa, de los cuatro efe, de Thor, son sempiternas repeticiones de los tebeos de monstruos y las invasiones extraterrestres o comunistas. En absoluto, en modo alguno, hay sensación de que se esté creando un "universo" fantástico.
El personaje marveliano ("¿Leeiano?") se va definiendo poco a poco, a partir del esquematismo a veces absurdo de las líneas directrices del tebeo de presentación, el "origen" de unos héroes que, en algún que otro caso (Hombre Hormiga), no tiene empaque para ir más allá de esa historia singular. La ganancia y la pérdida son, ya se ha dicho, parte consustancial a la creación de los nuevos mitos: telépatas paralíticos, ciegos con sentido del radar, forzudos sin belleza y/o inteligencia. Pero pasa mucho tiempo antes de que, por ejemplo, La Masa se asiente como algo más que un mero científico perdido en el desierto que deshace mes sí mes no planes comunistoides, o que Thor se presente como verdadero dios del Trueno y se asuma la mitología escandinava como "real"... o que se revele siquiera el origen de Doctor Extraño como versión tebeística de "Horizontes Perdidos" (muchos referentes marvelianos están en el cine: Ronald Colman es, claramente, Stephen Extraño. Y el no menos olvidado Howard Hughes el inspirador del rancio Tony Stark).
No es extraño que en la orgía creativa que supone el petardazo del Universo Marvel Lee (y Kirby) lanzaran sólo el primer número de una serie y luego dejaran en otras manos, normalmente menos hábiles, su continuación o desarrollo. Y no es extraño, claro, que esas ideas fueran en ocasiones pésimamente desarrolladas, o que algunos de esos personajes no merecieran la pena. Recuérdese, insisto, la creación de Thor, o de Iron Man, o la falta de dirección de los X-Men (pese que a Lee y Kirby aguantaran un poco más en este título), o el fracaso que supuso La Masa en sus seis primeros números antes de refugiarse en otro título y seguir tirando. Tendría que ser la vuelta más serena de Lee y Kirby a algunos de esos títulos (Thor), o la llegada de savia nueva (Roy Thomas, el padre putativo del Universo Marvel, el autor que le da la cohesión y el sentido de evolución conjunta que antes no tenía), lo que recondujera a esos personajes y esos títulos que aún perduran, con altibajos, a veces misteriosamente, hasta nuestros días.
¿Por qué unos personajes son un éxito y otros más o menos se aguantan? Quizá ni Lee pueda explicarlo. Yo tengo una explicación más sencilla. No todos los guionistas (ni todos los lectores) son-somos cirujanos, abogados, multimillonarios, científicos, extraterrestres o telépatas. Pero todos hemos sido adolescentes, hemos ido al instituto, nos ha partido la cara el matón de la clase. El gran éxito de Lee (y Ditko) está en la plasmación cuasi-real de unas situaciones por las que más o menos ha pasado todo el mundo. Por eso, que no por otra cosa, triunfa Spider-Man. Y quizá porque Lee no tiene estudios universitarios, y se queda cojo creativamente cuando Ditko se cabrea y se marcha a otra parte, la serie del Hombre-Araña pega un notorio bajón argumentístico con la llegada de Romita Senior, incluso cayendo por una temporada en manos de Don Heck, y no es revivida hasta la irrupción de John Buscema primero y de Gil Kane después, confinando a Romita a las tintas y a "embellecer" como sólo él sabe el producto. Pero, alardes gráficos aparte, la universidad a la que Peter Parker asiste no es real, no desprende ese tufillo a conocido que desprendía el colegio. Su adolescencia pre-adulta de "integrado" marginado solo a veces, choca de plano con los primeros tiempos de inconformista "apocalíptico" a su pesar. Casi podríamos decir que llega un momento en que Peter Parker, pese al dibujo más estilizado y su integración en una sociedad más "real" donde se abordan de tapadillo problemas "reales", ya no es nosotros, ya no es un adolescente donde se refleja el público como en un espejo, sino un cuarentón o cincuentón llamado Stan Lee al que en más de una ocasión se le nota el peluquín y el plumero en su afán por mostrarse moderno. Una lectura atenta (e injusta) de todos los tebeos de Amazing Spider-Man en orden nos revela eso, que con Ditko la serie parecía tener un sentido de búsqueda y que sin él, con Lee a solas, va a la deriva. Hay momentos magníficos (la llegada de Romita padre fue por la puerta grande guionísticamente hablando; la saga de la tableta de piedra es de las mejores que se recuerdan; la trilogía de las drogas), pero en conjunto no puede dejar de advertirse una especie de laxitud en las aventuras, en las situaciones familiares o amorosas, un estancamiento de Peter Parker en su vida y de Lee en sus guiones.
Y si eso le ocurre al héroe más sencillo de todos, más cotidiano, el que tiene más puntos en común con cualquier lector (insisto, no todos somos neurocirujanos, brujos ni abogados), pues comprueben ustedes con los otros personajes. Y recuérdese lo débiles que son las mujeres creadas por Lee. No hay que remontarse a Hulka para ver dónde el guionista estaba fuera de pie.
Se ha dicho, en mi opinión equivocadamente, que Fantastic Four era el centro del universo Marvel. Quizá lo fuera para Stan Lee, pues a fin de cuentas se trata del primer título de la casa, la primera familia, o que eso pretendiera la editorial. Para los lectores que fuimos, el centro del universo Marvel, la serie de series, el título donde todo encaja y tiene sentido y se relaciona (y nos hace decir aquello de "toma, claro") es The Avengers. Y ese título se convierte en la serie central cuando Roy Thomas se encarga de los guiones. Urge un estudio sobre la figura mítica del Rascally Roy, el primer fan en dejar de serlo, el hombre que es capaz de anudar los hilos e incluso trenzar hacia atrás, hacia la Edad de Oro, el universo Marvel.
Porque Lee, en los Cuatro Fantásticos, apenas si hace ir presentando personajes de forma más o menos descarada para después lanzar o relanzar sus títulos propios. Hoy el Hombre Hormiga, mañana Pantera Negra, después Him, con algún ocasional y repetitivo encontronazo con La Masa por aquello tan original de quién es más fuerte, la Masa o la Cosa, o los pintorescos crossovers entre Vengadores por un lado y Patrulla-X por otro. Es sabido que Lee se equivoca continuamente en los nombres de sus personajes, que no le importa el pasado de Timely-Marvel para lo que está contando, lo que lleva a cometer errores de bulto que luego los "archiveros locos" de la continuidad han tenido las agallas de resolver: Que Steve Rogers se enamorara de una agente Sharon Carter en los años sesenta cuando en los años cuarenta lo hizo de una tal Peggy Carter es casualidad pura, despiste puro, ignorancia pura. Demasiado heavy que se enamorara de su propia hija ilegítima, ¿no? Menos mal que luego llegó Steve Englehart y lo solucionó diciendo que eran hermanas que se llevaban más de veinte años, aunque estuviera traído de un pelo. Y tres cuartos de lo mismo con Rick Jones como sustituto-doble físico de Bucky Barness.
Lee no era demasiado consciente, me parece, de la creación de una supraentidad llamada Universo Marvel, y detalles como estos lo demuestran. Quizá, en el fondo, eso fuera bueno, pues cada serie acaba por tener su propia personalidad diferenciada, sus propios secundarios de postín, y los escasos crossovers que entonces eran quedaban para momentos álgidos, acontecimientos verdaderamente únicos y festivos.
Nada de ese candor, de ese juego descubridor e intrascendente, queda ya ahora.
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