2. EN EL NOMBRE DEL PADRE
¿Es de verdad Stan Lee el padre del universo Marvel? Así lo hemos querido ver siempre. Así se publicita. Así quizá él mismo se considera. De todas formas, los tebeos sólo indican "Stan Lee presents", nada más. Los personajes no le pertenecen a él, sino al emporio Disney. La labor inigualable de Jack Kirby, de Steve Ditko, incluso de Don Heck y tantos otros parece ignorarse, silenciarse. A este respecto, cabe recordar la explicación, a mi modo de ver coherentísima, que John Byrne hace en sus Next Men, explicando por boca de sus personajes que no se puede aplicar la situación del mercado de hoy a la de entonces. Todos estos autores, dibujantes en su mayoría, sabían cuáles eran las reglas del juego en su momento, y no sólo las aceptaban, sino que ni siquiera podía imaginarse una situación distinta. No podemos aplicar a las sociedades esclavistas del siglo XVII nuestra forma de pensar de liberales anti-racistas de finales del siglo XX. No podemos reprochar a Kirby o a Ditko que no se rebelaran en su momento contra las condiciones (sin duda injustas) del mercado. Esa evolución vino luego. Y, sí, es posible, en el camino Stan Lee se aprovechó de algo. Era a fin de cuentas, como dicen, pariente (político y en grado lejano) del jefe.
¿Quién creó el Universo Marvel? ¿Stan Lee o Jack Kirby? Pregunta imposible de responder, quizás. Pregunta que se contesta sola: Lo crearon ambos. ¿O no? Lo crearon ellos dos. Y mucha gente más. Lo creó Steve Ditko, al menos en su parte más comercial y conocida durante muchos, muchos años: Spider-Man ha sido hasta hace muy poco el abanderado de la casa, con mutantes o sin ellos; el icono inmediato.
El peculiar estilo de trabajo inventado ad hoc para la enorme proliferación de títulos de la empresa puede tener algo que ver con todo el lío. Es sabido que Lee y Kirby trabajaban al alimón: conversaciones, apuntes, discusiones, ideas generales para un argumento que luego Jack Kirby contaba a su antojo, en veinte páginas, con espacio de sobra para incluir diálogos y subtramas (entonces, ah, los tebeos tenían muchas viñetas por página). Sobre todo ese trabajo apuntado, ideado, idealizado, Stan Lee incluía los textos, su archifamosa verborrea shakespeariano-bíblica.
¿Lo convierte esto en un mero dialoguista? Difícilmente. Cierto es, y no hay más que ver las fotocopias de los lápices de Kirby (lápices de tebeos que no son de 1961, por cierto) que el dibujante indica al margen qué pasa, qué dice cada personaje, por qué reacciona como lo hace. Y que después, sobre esas indicaciones, saltándoselas a la torera cuando le place, o corrigiéndolas como editor que era, Stan Lee viste el conjunto, le pone las letras, le da ese matiz que sólo tienen los tebeos escritos por él mismo: esa indescriptible e ineludible pátina de emoción.
Está muy claro que Fantastic Four y The Mighty Thor son un trabajo de ambos, y quizá por eso mismo sea tan difícil desentrañar de dónde salen las ideas. ¿Pero son las ideas lo que hacen a un creador? ¿O es su desarrollo? Porque las ideas de muchos de los tebeos están sacadas de medio millar de sitios: la Biblia, Shakespeare, las novelas de ciencia ficción, la cultura judaica, adaptaciones de mitos clásicos, de películas de moda (de todas partes menos, parece, de vivencias, al menos en lo que a Lee respecta). Es en el desarrollo de esas tramas, en el especial cuidado de los personajes donde radica el máximo logro del primer Universo Marvel, en el que se sustenta todo lo demás. Sí, podríamos aceptar que las ideas y personajes fueran de Kirby. Y el colosalismo y el vanguardismo fantacienfífico. Y hasta el tempo del desarrollo. Y que todo lo demás era de Lee.
Pero hay algo que no casa en todo eso (y, antes de que se me acuse de parcial, quiero dejar claro que nada me gustaría más que ver algún día aquello de "Stan Lee and Jack Kirby present"). Hay alguien que no encaja. Steve Ditko.
Porque si, como defienden unos, el único y verdadero creador de Fantastic Four era Kirby, quien además desempeñaba en la casa el puesto de semidiós puro y con puro y con una capacidad de trabajo envidiable, el de dibujante emblema, el símbolo de la primera época de Marvel... si los Fantastic Four los guionizaba Kirby (o los ploteaba en solitario, elijan ustedes el término que quieran)... ¿por qué nunca se le reconoció? ¿Por qué en ninguno de todos esos tebeos se indica que el argumento es de King Jack Kirby?
Y la pregunta del millón: ¿Por qué ese reconocimiento al plotter sí se da con el Spider-Man de Steve Ditko, un artista que no tenía el tirón comercial del otro genio? A partir de los primeros números de la serie del trepamuros (desde el número 25 de forma reconocida en los créditos), se anuncia claramente: Argumento y dibujos, Steve Ditko. Escrito por Stan Lee. Y, como veremos más adelante, en la serie del Hombre Araña se nota clarísimamente la marcha del argumentista y cómo Lee toma las riendas de su co-creación en solitario...
Es más lógico reconocer que se trata de una labor de equipo. Cierto que el tempo lo pone el dibujante, que adquiere con ese extraño (y envidiable) estilo de trabajo una responsabilidad que para sí quisieran muchos "autores" individuales del tebeo europeo, pero la suma de charlas conjuntas, ideas dispares y trabajo por turnos es lo que hace prender la chispa. No sería aventurado suponer que Lee y Kirby fueran tirando uno del otro, en un tour de force endiablado y maravilloso, dando lo mejor de sí mismos en un intento de no quedarse por detrás del compañero.
Reconocemos esto, o no podemos reconocer lo contrario. No se puede, a estas alturas, considerar que Lee es un fantoche y Kirby una víctima. No podemos achacar al maestro dibujante la creación de todo y restarle eso mismo al trabajo del guionista y editor. Eso sería desnudar un santo para vestir otro. Queremos justicia para Kirby, desde luego. Pero el Universo Marvel fue cosa de una inspiración compartida entre varios creadores.
Y me sigue resultando chocante que se quiera adjudicar a Kirby en solitario la creación del universo marveliano... sin advertir que ese universo se basa en gran parte en personajes creados antes por Carl Burgos o Bill Everett. Stan Lee, hay que decirlo y repetirlo de una vez, puede seguir todavía hoy echándole cara al tema y ordeñando para su bolsillo su papel en la participación de un imperio, pero los personajes no son suyos. Son de Marvel. Son de un ente abstracto y saturnil que no tiene remordimientos al devorar a sus hijos.
Un ejemplo de la labor de co-creación, del pulido magnífico que Lee es capaz de dar sobre el tallado en bruto de Jack Kirby lo tenemos en Captain America. Siempre se indica que el abanderado personaje es una creación de Simon y Kirby. Pero eso es cierto sólo a medias. El personaje que se rescata para el nuevo universo en 1964 casi no es el mismo que el anterior (ya había habido, como se sabe, versiones del patriotero Capitán hasta finales de los cincuenta: con guiones de Lee y dibujos de John Romita entre otros, super-fachosos y con otra muerte distinta de Bucky Barness y su sustitución por una chica muchos años antes de Dark Knight). El punto de arranque de las primeras historias del Capitán América es el nacimiento del superhéroe, toda la parafernalia de superpatriota delgadito pero dispuesto a darlo todo por la causa, el ataque de los nazis, la fórmula del supersoldado que se va a hacer puñetas... A partir de 1964, el mito del Capitán América se complementa y se amplía. Ya no será sólo un tipo convertido en bandera para combatir a un enemigo al que sospechosamente se parece, sino un hombre sacado de un bloque de hielo (en bello autohomenaje, gracias a la intervención del otro personaje de la mal llamada Edad de Oro rescatado --en otro número 4 de colección-- por la nueva encarnación de otro héroe clásico; me refiero, claro, a la resurrección de Namor por parte de Human Torch y su intervención casual en el rescate de Steve Rogers del bloque de hielo). No sólo eso: A partir de entonces, el Capitán América es un héroe fuera de su tiempo, un desclasado consumido por las dudas y las contradicciones internas sobre su papel, un superhéroe casi atípico que tiene y no tiene personalidad secreta. Sostener que ese personaje vampirizado y magníficamente puesto al día es el mismo que en su momento crearan Kirby y Simon es, cuanto menos, discutible.
El caso de Lee y Kirby es más similar, me parece, a Simon y Garfunkel que a Lennon y McCartney. Juntos, son pura dinamita. Por separado, se les notan muchísimo más los defectos, o las carencias si se prefiere. Sin el contrapeso creativo de Kirby o de Ditko, Lee se entrega a argumentos repetitivos, a veces penosos, incluso en clara negación de situaciones expuestas anteriormente: Convertir a los padres de Peter Parker en una pareja de espías pseudo high-tech, cuando siempre se había vendido la cotidianiedad casi cutre del personaje como lo más característico de la serie sigue dando grima; se nota que ya Ditko había desaparecido por el foro y Romita padre no daba demasiada guerra creativa. Sin la majestuosidad, los diálogos, la profundidad psicológica de Lee para compensar los excesos visuales y los personajes granguiñolescos de Kirby (o el gélido individualismo de Ditko), esa misma grandiosidad se deforma hasta convertirse en pura caricatura. Personajes kyrbianos como Arnim Zola o el trasunto silversurfero de los New Gods, con los patines de esquí espaciales y la olla a presión Magefesa como casco siguen produciendo rubor.
Un segundo What-If de nuestra realidad es qué habría sido de la saga del Cuarto Mundo si, en vez de haber sido realizada por un confuso Jack Kirby en solitario, hubiera contado con la imposible colaboración de Stan Lee. (¿Un tercer what-if de esas características? ¿Qué habría sido del universo Marvel si no les hubiera dado por recuperar a Namor y enlazar así con todo el pasado de supuesto esplendor superventas --que no de otra cosa-- que luego desembocaría en Captain America y todo lo demás?)
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