1. LA SOMBRA DE LA DUDA
¿Héroe o villano? ¿Vividor descarado o creador de innegable talento? ¿Aporte insustituible de ideas o ladrón impenitente de las mismas? ¿Guionista y creador de universos o mero dialoguista sobre hallazgos de otros?
Todo eso se ha dicho, y mucho más, sobre Stan Lee. El público lector se divide entre quienes lo aclaman y quienes lo vilipendian. Además, por estas latitudes, donde ser americano y de éxito jamás está bien visto, se le tilda de oportunista, de reaccionario, de perfecto relaciones públicas de sí mismo...
¿Qué es Stan Lee? Quizá todo eso y mucho más. Quizá sea, como usted y como yo, un individuo inclasificable.
Pero el mundo del tebeo de colores está en deuda con él. Y su sombra de gigante todavía se alza sobre sus herederos, sus hijos putativos, todos aquellos que hoy llevan adelante la tarea de sacarle jugo al cada vez más agotado Universo Marvel.
Cierto, sus días de gloria parecen ya muy muy lejanos en el tiempo. La década de los sesenta, los principios escasos de los setenta, parecen mucho más lejanos en el campo del comic que en la música, el cine o cualquier otra manifestación artística que nos ocupa, incluida la televisión. El factor revivacionista o paródico de series llamadas "de culto" como puedan ser Los Picapiedra, Misión: Imposible, Batman, Superagente 86, Star Trek o incluso La tribu de los Brady o La familia Munster se tiñe en los comics de una nostalgia a la que no acceden las nuevas generaciones. Stan Lee es para los que ahora sostienen la industria del tebeo (como también lo son Jack Kirby, Steve Ditko, Neal Adams, Roy Thomas o incluso el propio Chris Claremont, tan posterior y reciente) un desconocido.
Pero Stan Lee, y eso es innegable, hizo historia. Al mismo tiempo que dos guionistas (dos guionistas, no lo olvidemos) reestructuraban todo el concepto del comic europeo en Pilote (y me refiero, obviamente, a René Goscinny y el magistral Jean-Michel Charlier), al otro lado del Atlántico Stan Lee rescataba del hundimiento una industria a través de unos conceptos que, de no haberse producido, darían para especulaciones sin cuento, verdaderos What-If de nuestra realidad.
Si analizamos fríamente lo que Lee consiguió con su propuesta, inmediatamente salta a la vista que poco o muy poco de lo que ofrecía Marvel Comics durante la primera época de su andadura era nuevo. En cierto modo, como harían sus herederos veintitantos años más tarde, Lee hizo en su momento un claro movimiento de "back to the basics", adaptando, transformando o incluso saqueando sin el menor disimulo situaciones y conceptos ya esbozados o incluso explotados por otros autores (y por él mismo) cinco o diez años antes. Si ahora nos escandalizamos y nos echamos las manos a la cabeza (con razón, supongo) al ver las versiones deformantes que Rob Liefeld, Jim Lee y su ralea clónica realizan de los Fantastic Four, Iron Man, Captain America o The Avengers, no podemos dejar de recordar que, en cierto modo, eso mismo fue lo que Stan Lee y Jack Kirby hicieron desde siempre, recurrir a ideas prestadas, desarrollar conceptos agotados, poner al día y disfrazar (nunca mejor dicho) a sus personajes de toda la vida para que parecieran nuevos.
Plastic Man, la primera Human Torch, los Challengers of the Unknown, los tebeos de monstruos, Namor, Captain America, Rawhide Kid, el nombre de Daredevil, el propio Spider-Man... todo o casi todo había asomado ya a las páginas de los comics. Lee les dio la vuelta, los mostró con su lado humano, potenció el melodrama y el tebeo romántico, recurrió a la fantasía y la ciencia ficción y, como por arte de magia, todo eso se quiso ver como nuevo, se respiró como innovador. Frente a la estulticia de los tebeos de entonces y de casi siempre de la Distinguida Competencia, frente al reaccionarismo de la censura y el Comics Code, a remolque siempre del éxito de otros títulos y del cine, el abigarrado y aparentemente caótico universo en expansión que fueron presentando Lee y sus colaboradores tenía por fuerza que cuajar. Otra cosa muy distinta, claro, es que a los críticos eso les guste o no les guste. Pero a los críticos, ya se sabe, parece que lo que no les gusta son los comics.
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