Soy de los que piensan, y desde hace mucho, que hay títulos capitales de la historia de la historieta que siempre, o sea, siempre, tendrían que estar disponibles para las nuevas generaciones. Como están las novelas, las películas o los discos. Como están (no todas) las series de televisión. Las nuevas generaciones tienen el derecho y también el deber de conocer los autores, las estéticas, las tendencias, los reflejos de la historia de la que formamos parte tal como la vieron los hombres y mujeres que estuvieron allí entonces y trataron de reflejarla, embellecerla o distraerla.
Soy también de los que piensan, y desde hace mucho igualmente, que hay otros títulos sobre los que la historia ha pasado un tupido velo y que sólo tienen su razón de ser leídos (o editados, ay) por su valor de rara avis, por la nostalgia mal entendida, por la pereza o desidia de los editores y lectores que en el mundo son. Los tebeos, lo hemos dicho muchas veces, son al revés que la música: la nostalgia les va a la contra. Muchas veces títulos del pasado que fueron, aunque fuese fugazmente, piedra angular se quedan en anecdotita a pie de página, en mera curiosidad, en producto de consumo de unos pocos... a precio de oro, por otra parte.
Cada lector y cada editor tiene derecho a gastar su dinero o invertir sus préstamos en lo que quiera. Y, sí, de vez en cuando es bueno que seamos capaces de recuperar autores y obras. Pero en toda esta historia me temo que se nos olvida que ni los lectores ni los editores a veces son conscientes de que nos presentan como nuevos productos añejos. Me temo que se nos olvida que mientras tengamos puesta la mirada atrás en el tebeo de otras décadas pasadas estaremos desatendiendo el tebeo de ahora, de aquí.
Me parece muy bien recuperar (más bien exhumar) una vez más a los autores de la generación Toutain o incluso la generación de los cincuenta. Como me parece también muy bien recuperar los grandes momentos (me niego a llamarlos "clásicos") de los tebeos de superhéroes DC de los años ochenta. O los añejos tebeos Marvel de los años sesenta.
Pero me gustaría, por una vez, que no se reeditara una y otra y otra vez siempre lo mismo, en formatos más caros, con colores más extraños, en tapa dura o en edición coleccionable. Y que se diera cancha, cobertura editorial, dinero digno a todos los autores que podrían (o quizá no) hacer cosas nuevas hoy y para hoy sin tener que emigrar aunque sea intelectualmente a América o Francia.
Porque si no hay presente no habrá futuro. Así de simple.
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