Hace unos años, en una maniobra tan arriesgada como deslumbrante, J.J. Abrams, el nuevo niño prodigio de esto de los blockbusters, consiguió remozar la franquicia Star Trek, reseteándola con éxito y atreviéndose a hacer con ella un borrón y cuenta nueva donde se recuperaba a los personajes de la serie televisiva original dotándolos de unos nuevos rostros. Tras el placet generalizado del público mayoritario y los talifans de la saga, vuelve ahora con una nueva entrega de título algo soso, donde continúa explorando ese nuevo universo narrativo lleno de miles de posibilidades... aunque parece que al final no vayan a ser tantas.
La película es entretenida, trepidante, con efectos especiales tan elaborados que ya ni sorprenden, momentos de humor, buena caracterización de los personajes principales, un villano encarnado por un actor que está muy por encima del papel que le toca interpretar, pero no logra cumplir las expectativas ni superar a su predecesora. Puede que el viejo recelo ante una película con cuatro guionistas porque implique cambios y más cambios de guión se cumpla una vez más, o puede que Star Trek, a fin de cuentas televisión, sea incapaz de superar el handicap de entregar una historia que no sea segmentada.
El problema, para mí, se basa en tres elementos: repartir el protagonismo de la historia entre los secundarios, recurrir al Spock ex machina y tratar de jugar sobre seguro haciendo un pseudoremake de La ira de Khan.
Vamos por partes: Star Trek es una serie que ha ido viciando su propuesta narrativa por la presión del fenómeno fan. Lo que en su origen era la historia del típico capitán de caballería y su consejero indio estoico transplantados al espacio desde el far west (y con el médico de la guarnición como ocasional elemento de equilibrio entre ambos vía el humor) ha ido derivando, una vez terminada la serie original y entregada a las convenciones y firmas de fotos, en una serie de culto hacia los actores secundarios que, en ocasiones, no han tenido jamás una carrera importante. Esto obliga a que tanto en la serie cinematográfica original como en este reboot la trama esté espaciada en fragmentos donde cada uno de los secundarios no solo tiene su frase, sino su momento de gloria en el argumento. Con lo cual el resultado acaba siendo un tanto predecible. ¿Scotty se marcha en el minuto veinte por un quítame allá este motor de curvatura? Ya sabemos que es para que sea el as en la manga de la historia y salve la trama. ¿Bones apenas tiene una frase en todo el metraje? Ya sabemos que al final intervendrá para curar (o algo más) a alguien.
Los otros dos problemas vienen uno de la mano del otro: se intentó, sin éxito, ocultar que el personaje de Benedict Cumberbatch (a quien yo daría pero que ya el papel de El Santo) era nada menos que Khan, y eso lleva a mezclar el episodio original con su reentrada en el universo trek con la película donde, ay, moría Spock. Y así, para no hacer un remake descarado, Abrams and Co no tienen más remedio que jugar al juego de las sutiles diferencias, alternando el cadáver exquisito, el gritito de cabreo ("¡Khaaaan!") y, por desgracia, recurriendo a Leonard Nimoy, una aparición que quizá los fans irredentos aplaudieran con fluidos corporales de todo tipo, pero que implicó, para mí, el hundimiento de toda la última parte de la película, y que además corre un riesgo, y un riesgo innecesario, para el devenir de la serie en la pantalla grande: porque supedita el futuro al pasado, un gesto innecesario que puede acabar en remake continuado de cualquier episodio de los cinco años de andadura que esperan a la Enterprise, y porque reconoce implícitamente que esto NO es Star Trek, sino una variante que se somete a la original.
Me extraña, por cierto, que los espectadores (o lo que sea) que tan furibundamente atacaron a Man of Steel porque Superman no salvara a nadie de la destrucción masiva de la ciudad no hayan dicho ni pío ante el desmadre destructor de los últimos minutos de esta otra película, donde para más inri a nadie preocupa el estado de salud de los miles de figurantes que sin duda mueren entre los cascotes... quizá porque a la compungida tripulación del Enterprise solo le preocupa usar el suero del supersoldado para resucitar a uno de los suyos.
Se ve que aquello de "el bien de la mayoría está por encima del bien de la minoría" ha quedado ya obsoleto. Pero qué más da cuando hay tiros, hay tortas, sale un klingon y se promete por fin arrancar el viaje de exploración.
Miedo empieza a darme lo que pueda pasar en una galaxia lejana, muy lejana...
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