... O temporada nueva, no se dejen ustedes engañar. Los apuros de tiempo, económicos, los problemas de producción o los contratos de rodaje de los actores, el jefazo máximo, el cincuentenario evidente o vaya usted a saber qué cosa aconsejaron cortar en dos la temporada en curso del Doctor Who (eso que, quizá ahora más que nunca, se llama NuWho), lo cual explica los diversos finales en falsos del trozo que se vio el año anterior, con las interminables despedidas de la parejita Pond, tan desangelados todos y tan aburridos en lo que parecían prometer y nunca prometieron, y el reinicio o tal que así que aseguró la llegada de una nueva companion, bonita, algo marisabidilla y no sé si del todo bien escrita, bien interpretada o bien dirigida (llega a hacerse cargante en ocasiones), ese misterio algo innecesario que Moffat se sacó de la manga (como se sacó de la manga los misterios innecesarios -por no resueltos a satisfacción- de Rory y Amy) para mantener a los fans pendientes de un hilo, de oca en oca, desde el episodio de navidad hasta ayer mismo.
Moffat y equipo han seguido decepcionando y seduciendo a partes iguales. La mini-temporada, o como queramos llamarla (todavía, que yo sepa, no hay a la venta un pack en dvd que reúna todos los episodios, pero sí se venden en dos bloques) ha tenido al menos tres entregas que destacan, pero el resto se ha hundido en la mediocridad una vez más. No les sale bien el arco narrativo, el diseño de producción es apabullante y visualmente muy atractivo, pero vengo notando carencias en la dirección cada vez más acusadas, lo cual redunda en la manera en que los actores entregan sus líneas (Matt Smith va despendolado en ocasiones pero no transmite) y en el ritmo con que las historias se presentan: parece, en algún momento, que los argumentos se componen en una especie de base de datos que funciona por combinar elementos.
Ha habido un par de capítulos perfectamente olvidables, o al menos perfectamente olvidables para los niveles de lo que es, hoy, la saga del Doctor sin nombre conocido. Episodios como The Ring of Akhaten o Cold War o The Crimson Horror son lo mismo que hemos visto mil veces, sin chicha ni limoná, predecibles y hechos con regla de cálculo. Ni siquiera el gran Neil Gaiman está a la altura, tras su brillante aportación la temporada anterior, con su vuelta de tuerca pero menos a la mitología de los cybermen, donde el tono férico y el final deus ex machina, una vez más, restan elementos de sorpresa.
Más agradables han sido el primer episodio, The Bells of Saint John, donde se nota la sombra de Davis y que casi podría haber sido intercambiable con cualquier capítulo de David Tenant. Y también deliciosamente entretenido, Journey to the Center of the Tardis.
Digamos que Moffat and company son expertos en la mitología del Doctor (se ha dicho varias veces que esta etapa tiene mucho en común con el Tercer Doctor), pero les salen mejor las referencias al resetting iniciado en 2005 que a las aventuras más añejas, quizá porque el formato no se adecua bien a la hora corta (y a veces infinita) de los nuevos episodios.
Y ese referirse a las aventuras más recientes, al moderno Doctor, es lo que hace que, al final, Moffat de el do de pecho y nos presente el que es, quizás (o por lo menos para mí), el mejor episodio de todos los que ha coordinado desde que es baranda máximo de la serie: el final de temporada, The Name of the Doctor, donde una vez más ha sido capaz de hilar finísimo y al mismo tiempo, por fin, cerrar la trama de la misteriosa identidad de Clara Oswald (un nombre, por cierto, que hace el guiño al asesino de Kennedy, pues la serie se estrenó justo el día del magnicidio en Dallas) y, al mismo tiempo, abrir espectacularmente la puerta para el capítulo del cincuentenario, que se estrenará el 23 de noviembre.
Emocionante, trepidante, divertido y al mismo tiempo, por lo que parece, profundamente socavador de la mitología reciente del Doctor: ¿Quién es (lean esto en inglés, please, para captar el sutil juego de palabras que yo también sé hacer) John Hurt y qué relación tiene con el pecado nefando que se apunta? ¿Ese pecado nefando, esa renuncia a su "nombre" de Doctor es lo que todos sospechamos o le habrá dado tiempo a Moff de sacarse de la manga otra cosa? ¿Ese juego de tres doctores (lástima que Eccleston sea tan rarito el hombre y no juegue a cuatro barajas) subvertirá el orden establecido y nos contarán que vivimos en una realidad paralela que no se corresponde a la original? ¿O será todo un bluff, como ha habido tantos en el pasado más reciente?
De momento, Moffat confirma una octava temporada para el año que viene, donde seguirá Matt Smith. Pero ni uno ni otro deberían descartar un relevo en el futuro. El problema, naturalmente, es quién será capaz de hacerlo.
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