El viaje define a los personajes, como define, a veces, a las personas. El viajero que regresa no es ya el mismo que partió, porque lo que ha vivido y conocido, lo que ha padecido y disfrutado, lo observado y aprendido han hecho de él una persona distinta, más sabia en ocasiones, o más frustrada quizás, más cínica o más vieja.
El viaje compone buena parte de las aventuras de Príncipe Valiente, y la peripecia continua de sus servicios al rey Arturo y la búsqueda caballeresca de la aventura se multiplican desde el momento en que Val y sus acompañantes se convierten en habitantes de tres patrias: Camelot, las Islas de la Bruma, y Thule. La necesaria presencia de Aleta en el Mediterráneo, o de Val en Vikingshölm, o su situación como caballero de la Tabla Redonda del Rey Arturo permiten a Hal Foster alternar los tres escenarios y dar al viaje, ya sea por mar o por tierra, la necesaria presencia para dotar de vida al título y permitirle mostrarnos diferentes paisajes y diferentes culturas.
El viaje, se ha dicho más arriba, modifica al viajero, y si ya el regreso de América, el nacimiento de Arn y el servicio de Tillicum había alterado significativamente el statu quo del joven matrimonio entre la reina griega y el príncipe vikingo, es ahora Arf quien experimenta y sufre en propia carne la dureza de atravesar una Europa convulsa. Como con otros personajes anteriores y posteriores, Foster nos enseña una lección de humanidad: un lisiado no es menos hombre por serlo, y la salida de eliminar a Arf como escudero de Val (una función, la del joven aprendiz, que pronto recaerá por derecho propio en el Arn pre-adolescente, ahora que su madre tiene a las dos gemelas para entretenerse), le sirve al autor para jugar la pirueta pirandeliana de hacer que el muchacho cambie la espada por la pluma. El amor interviene (un amor adolescente que se recuperará muchos años más tarde), y Arf deja de ser un aprendiz de guerrero para convertirse en historiador y poeta. Y Foster, generoso siempre con sus personajes, le concede el honor de ser, en su ficción, el Cidi Hamete Benengeli de la biografía de Valiente, dándole el cargo de historiador oficial de la leyenda del Príncipe Valiente, cuyos supuestos pergaminos (y aquí vemos cómo funciona una rudimentaria imprenta de cera) son la base sobre la que se cimienta la historieta.
Sorprende, sobre todo a aquellos que hemos leído de corrido toda la larga saga de Prince Valiant, devorando en un par de años lo que tardó décadas en realizarse, el subterfugio del flashback donde, casi en la voz de Val, repasamos la emocionante historia de la reconquista de Thule y la caída de Aldelkrag. Pero, poniéndonos en el ritmo real de lectura de la serie, estas páginas “repetidas” se producen casi quince años más tarde que su publicación original. La excusa argumental es perfecta, en cualquier caso: Val relata a Arf y su familia el lance y los lectores conocen así aquella historia o, como mucho, igual que nosotros hoy, la recuerdan. Es un subterfugio que Foster utilizará en alguna ocasión más, y no cabe duda de que, además de su engarce con lo que está contando sobre los personajes, tiene un motivo en el mundo real: cinco o seis semanas que permiten al autor descansar (no olvidemos la edad que tiene aquí ya Foster) y sin duda documentarse para nuevas historias. Las semanas de repaso narrativo permiten que nuestro autor recupere el tiempo en otras cosas, y es posible que al ponerse al día necesite contar mucho en pocas viñetas, de ahí que la aventura de Boltar y Tillicum en el secuestro del pequeño Arn que cierra este libro esté en ocasiones algo saturada de texto.
¿Se equivoca quizá Foster en algún momento de este álbum? Cuando Val recibe la flecha en el cuello, su atacante justifica que lo ha confundido con el tirano Sigurd Holem. Sin embargo, más adelante vemos que a quien más se parece el tirano es a Rufus Regan, y en cualquier caso el juego de parecidos lo explota Val, siempre teatrero, al usurpar la personalidad bajo disfraz de Jarl Oder…
Foster adopta en estas páginas una tímida defensa del cristianismo frente al paganismo vikingo, reconociendo la importancia para la cultura y el fin de la barbarie del evangelio que el rey Aguar quiere que se predique en el norte. Y sin embargo, casualidad o no, la espectacular plancha donde Val ve el arco iris y los dioses paganos se publica la misma semana de Navidad...
Comentarios (58)
Categorías: Principe Valiente