Siempre es un placer visitar Sevilla y los Encuentros del Cómic y la Ilustración que se celebran desde hace la friolera de trece ediciones, y saludar a Paco Cerrejón, a Carlos, a Eugenia, y encontrarse con Manuel Barrero, o con Jesús Moreno, o con José María Conget o con Álvaro Pons, y los cuatro o cinco seguidores impenitentes que acuden cada vez que voy a dar una charla, aunque me repita y me aceleren.
Este año, sin embargo, para mí ha sido un orgullo conocer por fin a Luis Gasca, a quien tanto debemos en el mundo de la crítica y los tebeos, porque Luis es una especie de piedra angular de todo esto, un hombre que ha estado en todos los sitios y ha andado todos los caminos, como observador en ocasiones, como testigo y como protagonista. A él le debemos el primer fanzine de la cosa, Cuto, y en sus primeros libros teóricos (en especial el tocho de Los cómics en España) nos hemos mirado siempre. Fue, además, el alma en la sombra de Buru Lan y después de Pala, y de buena parte de los libros y enciclopedias de cine que uno atesora como oro en paño y que incluso consulta todavía, aunque imdb está a un clic.
Luis Gasca tiene casi ochenta años y la vitalidad de un hombre de treinta. Lúcido, atento, caballeroso, charla y no para de mil anécdotas que, ay, nadie será capaz de recopilar en un libro necesario, en muchos libros necesarios.
Porque estuvo y está donde hubo que estar, en el mundo del tebeo y de los libros y del cine, en el mundo del coleccionismo y la cultura popular que es también parte de la única cultura que existe, la que lo engloba todo.
Ahora ya sé que tengo una cita ineludible en San Sebastián en ese museo de sus cosas que tanta emoción y tanta envidia me provocan.
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