2012-11-15

DOS GATOS RUBIOS

En la misma calle donde vive Torre, anoche, a eso de las diez y pico, cuatro o cinco gatos de tamaños diversos y ojos brillantes. Dos de ellos son rubios, como panteras cruzadas con leones. Se mueven con cautela, despacio, explorando una calle que quizá les extraña que esté vacía.

Nosotros seguimos mirando, comentando lo bonito del color de esos dos gatos rubios que, de pronto, salen a la acera de la avenida y se quedan, los dos, con la pata a medio movimiento, las orejas muy tiesas, oteando el territorio: un gato nunca es más gato que cuando actúa para sí mismo.

Uno de los dos, el más grande, se acerca sigiloso hasta el borde mismo de la acera. El otro, más pequeño y nervioso, se encarama al tronco de un árbol y se queda allí, sin saber seguir trepando ni bajarse. El gato primero, el vigía, da otro par de pasos cautos, vuelve a levantar la pata a medias. Mira hacia la avenida, donde pasan veloces los pocos coches veloces que quedan a estas horas. No maúlla, pero tiene un propósito. Quiere cruzar la calle.

Y entonces vemos, en el otro carril, la mancha negra y blanca y roja de otro gato atropellado. Y comprendemos el estupor del gato rubio grande, y el nerviosismo del gato rubio más pequeño que resbala despacio del tronco del árbol, y quién sabe qué otra perplejidad en los otros tres o cuatro gatos que no han sabido salir de la calle y asomarse a la avenida.

Me sorprende este encuentro de los gatos con la realidad de la muerte, la ignorancia del peligro, su sorpresa ante el destino de su compañero.

Los espanto, obligándolos a volver a la calle. El gato rubio pequeño desaparece en seguida. El otro gato más grande tarda un poco más y se escuda pronto entre los huecos de una pared en obras.

Quién pudiera entender qué irán a decirse en su lenguaje de maullidos, qué maldiciones o qué dudas habrán plagado sus sueños esta noche, qué recuerdo habrá quedado de esa mancha en en asfalto que ya no estará al amanecer. He visto el desconcierto en los pasos de unos gatos. Quién sabe cuánto tiempo les durará el dolor en la memoria.

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Comentarios

1
De: Ángel Fecha: 2012-11-15 16:17

Es curioso, con lo espabilados que son los gatos para algunas cosas llama la atención que se sigan sorprendiendo por cosas a las que se van a tener que enfrentar tarde o temprano (si son callejeros, más). Me refiero a los monstruos metálicos que se desplazan por vías caprichosas que ellos (los gatos) TIENEN que cruzar.

Claro que a lo mejor en tu historia, Rafa, está la respuesta. Esos gatos rubios puede que mañana hayan aprendido algo. No saben exáctamente qué, pero saben que pasa o puede pasar algo "malo" en determinadas vías. Precaución.

Y, no soy quién para decirlo, pero bien contado. Nos has puesto en situación perfectamente. :-)



2
De: Alfred Fecha: 2012-11-15 16:37

¿Así que eso era aquel amasijo de tripas y pelos recalentado por el sol y aplastado sobre el asfalto que todos los manifestantes tuvimos que esquivar ayer por la mañana en la Avenida?

Porque si era eso mismo, he de decirle que sí, que la mancha siguió allí al amanecer...




3
De: RM Fecha: 2012-11-15 17:47

Si es a la altura de Repeto, sí.



4
De: R Fecha: 2012-11-15 17:56

Yo he sido compañero de dos gatos en mi vida. Dos grandes tipos, a su manera.



5
De: INX Fecha: 2013-01-09 12:58

Los gatos son criaturas fascinantes y misteriosas, caminan entre los mundos y se les nota.
Pero en su naturaleza abunda la curiosidad: les guía, les puede.
Y eso, como en el refrán, acaba con ellos.
Para atrapar a mis gatas cuando se empecinan en subirse a los muebles, agito un cordel. Sólo por ver de qué se trata, bajan y acaban capturadas.
Y no aprenden.
Bajan a mirar una y otra vez.
Mis chicas suelen ser muy listas, pero la curiosidad es su talón de Aquiles...no pueden remediarlo.
El pobre gato de Repeto seguro que quiso ver algo...y al final...acabó aplastado.



6
De: andrea Fecha: 2013-07-15 20:01

buena