Fue la noticia la semana pasada y me temo que seguirá siendo noticia de aquí a tres años, cuando se estrene ese Episodio VII que ya se anuncia como el primero de una nueva trilogía.
El fan es por naturaleza traicionero. Un errado sentido de la propiedad lo lleva, tarde o temprano, a creerse el dueño y señor de lo que le gusta y ha pagado (o lo mismo no ha pagado), discutiendo a los propios creadores su derecho de hacer lo que le da la gana con su obra, sus millones y sus camisas de cuadros.
Disney ha adquirido Lucasfilm, e imagino que no lo habrá hecho poniéndole al bueno de George Lucas una pistola en la cabeza. Pero al oír la noticia el mundillo de los fans (¿hay algo más terrible que una palabra que viene de "fanático"? La hay: enterao) se ha polarizado entre quienes lo consideran una traición y los que dicen aleluya. Porque, en cualquiera de los casos, George Lucas es un viejo millonario y tripón que no tiene ni idea de escribir ni dirigir, y solo quiere sacar dinero vendiendo una y otra vez el mismo juguete con el envoltorio cambiado.
He recibido la noticia yo también con cierta sorpresa, y también con cierto despegue cachondón. Star Wars, que es la película que más veces he visto en mi vida, hace mucho que ya no forma parte de mi vida. Cuando en clase me preguntan si tal fin de semana he visto La guerra de las galaxias (como si uno tuviera tiempo para según qué cosas) respondo siempre que a estas alturas no tengo que ver Star Wars: me basta con entrecerrar los ojos y recordarla.
Fue la película de la infancia de mucha gente (en mi caso, de la adolescencia tardía, pero a ella le debo la defensa a ultranza de la profesión que quise abrazar durante un tiempo, la de escritor de ciencia ficción), y también la de la infancia de sus hijos. La hemos puesto en un pedestal sin querer admitir, a lo mejor, que tampoco era para tanto, pero tampoco tienen razón los que, ahora, treinta y pico años más tarde, la desprecian por lenta y aburrida. Fue una película que cambió el cine y cambió nuestras vidas. Tuvo una secuela maravillosa y una tercera parte (ya ni se recuerda) que nos cabreó mucho a todos: hasta yo escribí un relato autobiográfico al respecto.
Y nadie se paró a pensar entonces, me parece, por qué El Retorno del Jedi era tan mala, por qué corría el telón de aquella manera. Nadie quiso comprender, me temo, que el estado anímico de un Lucas diabético y cornudo no estaba para más galaxias, y la saga anunciada (doce episodios, dijo al principio, luego nueve) se quedó durante muchos años así: con tres episodios. Y no habría más, dijo. No había más. No podía haberlo: la historia quedaba cerrada, como bien hemos visto los que hemos intentado acercarnos al qué pudo pasar después, a eso que se llamó "universo expandido" y que intentamos seguir por medio de cómics, novelas infames o videojuegos.
La primera trilogía (o sea, lo que se rodó después) fue un ejercicio de narcisismo y no otra cosa. Su mayor pega es la mayor virtud que tiene esa supuesta continuación que hará otra gente (o quizá haga, camuflado, el propio Lucas): ya nos sabíamos la historia. Un minuto y medio de monólogo de Obi Wan en lo que luego fue el Episodio IV contaba, y muy bien, lo que luego se tardó más de seis horas de plasmar en imágenes, sin que hubiera ninguna sorpresa más que las puramente visuales.
Los que ahora se congratulan por el cambio son los mismos que dentro de tres años se rasgarán las vestiduras y acusarán de nuevo a Lucas, aunque no esté implicado en lo que hagan, como todavía se acusa a ZP de los errores y putadas a conciencia que nos gasta este gobierno.
¿Qué contarán en una nueva trilogía? El mayor problema que tiene la continuación es que incidan una y otra vez en la familia Skywalker, el Lado Oscuro y los oscuros señores de Sith. La galaxia es enorme y, aunque es evidente que no se irán mil años más tarde en el tiempo, sería aconsejable contar otro tipo de historia y presentar, por fuerza, otro tipo de personajes. Y si lo hacen alejándose de lo que los enteraos-fans creen saber (sigue habiendo gente que cree que cine y cómics hacen biografía) tanto mejor.
Si Star Wars quiere sobrevivir a nuevas generaciones tiene que crear situaciones y personajes nuevos para esas generaciones. Tiene que reinventarse y explorar nuevas esquinas, nuevos conceptos, nuevos enemigos y nuevas peripecias. Que lo consigan o no es otra historia: no solo se enfrentan a lo pasado, sino a la religión que ese pasado lleva consigo.
Y, en todo caso, no nos engañemos. Los escarceos de Lucas con la Disney vienen de lejos. Y no hay demasiada diferencia entre ambas compañías.
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