Habrá que ver cómo asimila la gente de fuera (o sea, los no lectores de cómics) este reboot que llega tan pronto que resulta innecesario, en tanto la historia podría haberse contado perfectamente sin la hora y pico de introducción y re-narración de la adquisición de los poderes arácnidos por parte de este alto y algo morisquetoso Peter Parker... pero da la casualidad de que toda la primera parte de la película es la mejor escrita, la mejor dirigida, y la mejor actuada (en tanto Martin Sheen está que se sale), y la segunda parte (lo que quizá fuera el argumento original de un, llamémoslo, Spider-Man IV) tiene la misma anécdota mínima que más o menos todas las películas de superhéroes: el argumento de la historia del Lagarto no da para más, lo mismo que no dan para más (no lo reconoceremos nunca) la mayoría de los argumentos de presentación de personaje malvado, que además, en el caso de Spider-Man, siempre son sospechosamente parecidos unos a otros.
Por tanto,admitiendo que el reboot es, más que innecesario, peligroso, debo confesarles que salí satisfecho del cine: la película no se me hizo cuesta arriba, me gustó Curt Connors y me gustó el tío Ben, no se me hizo antipático el capitán Stacy, Flash es un buen personaje a desarrollar en el futuro, Gwen no es el florero angelical que era en los tebeos (se dice sin decir que es la número uno de la clase, y si tiene un año menos que Peter, que es el segundo de la clase, es que es una chica sobredotada que va un curso por delante), y Andrew Garfield, morisquetas aparte y pelo de manga aparte también, compone un Peter Parker que se hace simpático y no ridículo. Cierto, no es el nerd que aprendimos a amar en los tebeos añejos de Lee y Ditko, sino un joven más retraído que acosado. Cuesta, en general, creer que tanto Gwen como Peter están todavía en el último año del instituto: en ese sentido, la película podría haberlos situado ya directamente en la universidad. Pero, claro, eso habría sido en un Spider-Man IV, no aquí.
En general, fluye bien la narración. Mejor, ya queda dicho, en la primera parte, donde se establece el misterio de los padres de Peter (¿estarán muertos o no?) y la amenaza tecnológica en la sombra de Norman Osborn, que no llega a aparecer en la película, y que quizá enlace en una futura entrega con la aventura de la tableta de arcilla, en tanto se dice varias veces que está muriendo y busca como loco una cura a una enfermedad que no se nombra. Sí, es cierto, las escenas de amor son ñoñas, como si el director y los actores hubieran tirado el guión y les hubieran encomendado a los actores que improvisaran las escenas para dar ese tono simplón y adolescente que es el amor simplón y adolescente. No querremos reconocer tampoco, claro, los lectores de tebeos de pelo en pecho, que Spider-Man fue durante mucho tiempo exactamente un tebeo de niños hecho con la sensibilidad de niñas (sensibilidad que aumentó con la llegada de Romita padre, que venía del cómic romántico).
Las escenas de acción mejoran respecto a las anteriores versiones. Las transiciones entre el actor y el muñeco tresdé se han suavizado bastante. Hay un tímido intento de poner a Spider-Man diciendo tonterías (no les sale demasiado bien), queda un poco raro el modo en que lanza las telarañas en los enfrentamientos cercanos, pero luego se clavan las poses en el aire o las paredes. Y emociona, qué demonios, esa escena tan corny de los gruístas trazando un puente de acero y el policía deteniendo el tráfico para que pase el hombre araña.
El plan del Lagarto no queda demasiado bien explicado, claro. Se les ha ido la película explicando de nuevo el origen. Pero queda bien sembrado el argumento de los padres de Peter como científicos con escrúpulos tardíos ante el empuje de las trasnacionales y es evidente que en las nuevas entregas (se ve en la escena post-créditos que va por fortuna a la mitad de los créditos) que los tiros van a ir por ahí: a fin de cuentas, gran parte de los enemigos de Spider-Man están inspirados en bichos.
Se agradece que no haya más que un supervillano y no una amalgama de varios. El doblaje es absolutamente horrible. Y la música es agradable.
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