Quizá fuera por imperativos de mercado (las distribuidoras, ya se sabe), pero el verdadero punto de cohesión del Universo Marvel en los cómics no lo proporcionan los Fantastic Four (que es la serie que abre fuego y donde luego se van presentando novedades), sino los Vengadores, la serie donde se recogen a los superhéroes "sueltos" de la editorial (algunos sin título propio todavía, al socaire de Tales to Astonish y Tales of Suspense) para unirlos contra amenazas superiores, algunas traídas ex profeso (como Loki o los hombres de lava) de las otras series que no eran. Para los que estuvimos allí casi desde el principio, los Vengadores fue nuestro título favorito antes de que supiéramos admirar que donde Kirby y Lee estaban echando el resto era en los 4F o en Spiderman, y muchísimo antes de que ese punto de cohesión del Universo Marvel (o de esa esquina del Universo Marvel que acabaría comiéndose al Universo Marvel) lo formaran los X-Men de la mano de Chris Claremont.
Quizá por imperativos de mercado (Marvel tiene sus personajes hipotecados -literalmente- a varias productoras cinematográficas), el nuevo punto de cohesión de ese nuevo Universo Marvel que llevamos unos años viendo en los cines ha tenido que ser, por lógica, nuevamente los Vengadores, para quienes llevan años preparando, desde las películas de Hulk, Iron Man, Thor y Capitán América, su estreno.
¿Ha valido la pena el esfuerzo? Imagino que a efectos de taquilla, sí. Las películas de superhéroes son un proceso de prueba y error, tanto de efectos especiales como de presentación de personajes y estilización de argumentos: con cincuenta años de tebeos a las espaldas, posiblemente cuesta trabajo decidir qué trama o qué arco narrativo adaptar (siempre de aquella manera) a un medio distinto. Los cómics se extienden a lo largo de muchas páginas y el cine no tiene más que dos horas (o, como en este caso, dos horas y pico a lo sumo) para mezclar el realismo, el melodrama, la espectacularidad, los efectos especiales desaforados, la fidelidad a los personajes de los tebeos y un argumento que sea más o menos entretenido y no insulte la inteligencia del espectador palomitero. Podemos decir que todas y cada una de las pelis de superhéroes hasta la fecha (de superhéroes marvelianos, por lo menos) han cumplido a rajatabla todos estos preceptos, dependiendo siempre del presupuesto asignado... y en cualquier caso, casi siempre, obviando el último punto: la trama suele ser más simple que un tebeo de los años sesenta.
Pasa lo mismo aquí, con Los Vengadores, la peli que es, naturalmente, la mejor película de superhéroes jamás rodada, hasta que llegue la próxima (¿Batman III?) que le quite el trono. Porque, en efecto, los personajes son reconocibles, hay realismo y melodrama, hay muchísima espectacularidad y se es bastante fiel a los tebeos, los diálogos son chispeantes e ingeniosos, las situaciones de humor están bien calzadas, el chunda-chunda destructivo, en líneas generales, está bien llevado. Pero el argumento (no confundamos, por favor, argumento con guión) es simple a más no poder. No sé si recuerdan ustedes, imagino que no, aquella parodia que hace cuarenta años hicieron Ventura y Nieto en Trinca: monstruo gordísimo que destruye la ciudad, los superhéroes que se reúnen para evitarlo, no saben cómo hacerlo. Uno de ellos dice: "¿Cómo lo detenemos?". Y otro responde: "¿Desenchufándolo?". No hay más en estos Vengadores.
A efectos de narración, tanto da que haya habido ya seis películas previas que presentan a los personajes, porque vuelven a presentarse de nuevo. Ese es, para mí, el mayor lastre que tiene la película: si empiezas con una persecución en coche a los dos minutos de proyección, es que no tienes mucho argumento que contar y sí mucha perdiz que marear. Los personajes son introducidos de nuevo, engullendo casi una hora de metraje, para llegar al punto de crisis, y solo es entonces, y a partir de entonces, cuando la película encuentra una historia mínima que contar. Es de agradecer, eso sí, que desde entonces lo haga in crescendo.
Dicho en otras palabras: los personajes van encajando unos con otros, pero el prólogo no termina hasta que Banner se transforma en Hulk... más o menos a la hora de comienzo de la película. A partir de ese momento, da más o menos lo mismo a qué raza pertenecen los alienígenas invasores ni qué pretenden ni para qué están: no hay sitio para otra cosa que la acción, generalmente bien resuelta y con buenos momentos de humor (casi todos ellos de la mano de Hulk o de Iron Man). No puede decirse, de todas formas, que Whedon (mejor como guionista-dialoguista que como director) no nos haya avisado antes: ahí tienen ustedes al agente de SHIELD jugando al ya histórico Space Invaders en la consola de su puesto de mando.
Whedon entiende a los personajes y los retrata tal como son, o al menos tal como vienen siendo en el mundo del cine, que no es exactamente como han sido históricamente en el mundo del tebeo. Así, Iron Man (gracias a Robert Downey Jr.) asume buena parte del espíritu rebelde y burlón del Ojo de Halcón original, sobre todo en su pique con el Capitán América (cuando el Iron Man de los tebeos, no sé si lo recuerdan ustedes, siempre ha sido más soso que un caramelo de agua). El Capitán está bien, se nota que Chris Evans se siente cómodo con el personaje, aunque quizá habría hecho falta una peli previa que nos los situara en este mundo que está a setenta años de su mundo. Thor se ve un poco desubicado, quizá porque Robert Downey Jr se lo come en cualquier escena de diálogos. Y el mejor es, curiosamente, Hulk, tanto en su alter ego humano como en su gigantesca versión verde.
Entre toda la fuerza bruta y el dramatismo de los cuatro grandes, sigue pareciéndome un poco absurdo que en las filas de Los Vengadores aparezcan la Viuda Negra y Ojo de Halcón. Por muy buenos que sean en su oficio de espías, se les ve pequeños en toda la que se lía en las calles de Nueva York. Ella, en efecto, es muy atractiva y da gusto verla de espaldas, aunque no se la cree nadie como rusa ni como agente high-tech experta en artes marciales: pegar tiros con una Glock en medio de todo el caos es una salida algo tonta (sobre todo si tenemos en cuenta que tiene los brazaletes en las muñecas, que aquí no lanzan aguijones, sino que sirven como cuchillos o algo por el estilo). Ojo de Halcón, por otro lado, queda desdibujado como personaje. Quizá como concesión a su pasado como supervillano, aquí nos lo convierten en malo hipnotizado en el primer tercio de la película, un subterfugio de guión más bien fácil y del que se libra de forma más fácil todavía. Cierto que el personaje no desentona luego en la batalla contra los extraterrestres, pero ya podrían haberle puesto algo parecido a un uniforme de superhéroe que recordara más al personaje clásico con su faldón: si ya han hecho una versión espantosa del uniforme del Capitán América (¿por qué no dejarle el de la otra película?), bien podrían haberse calentado un poco los cascos para vestir al arquero.
Confieso que no entendí demasiado bien toda la primera parte de la película, todo el plan de Loki para entrar en el helicarrier y despertar a la bestia verde, que quizá podría haberse hecho de otra forma algo más original. Loki está bien, aunque no tan bien como en la película de Thor: si en la otra era contenido y sibilino, aquí hace muecas y pone cara de malo, en consonancia con los tebeos. Samuel L. Jackson hace de sí mismo, está muy mona Cobie Smulders (Robin en HIMYM) haciendo de agente Hill, aunque bien podría haber hecho de Sharon Carter por aquello de ganar cohesión. Y no seré yo quien llore la muerte del agente Coulson, que tiene aquí dos o tres momentos simpáticos, haciendo alusiones a su sexualidad o a su friquismo.
La película, al contrario de las otras películas de la serie (porque esto es una serie de películas en toda regla, oigan) no hace el juego de alusiones ni huevos de pascua para satisfacer las ansias del espectador entendido. Quizá sea un añadido. O quizás sea un error. Whedon no necesita adornar las calles con chistes, porque los chistes le salen casi genéticamente, y le salen bien: tanto los visuales como los puramente orales (Hulk sacudiendo el suelo con Loki, Hulk empujando a Iron Man, la reacción del capitán de la policía tras el discurso y la acción del Capitán América, la mayor parte de los chascarrillos de Iron Man o de la Viuda Negra, los diez dólares de la apuesta entre Furia y Steve Rogers, la reacción de Coulson cuando ve los efectos de la superarma).
Los héroes matan a todo lo que se les pone por delante, ya sea cuando son brevemente malos (Ojo de Halcón con sus flechas) como cuando tienen que sacudir la badana a los aliens, que milagrosamente se desconectan todos cuando se cierra el portal mágico. Y se desbandan y esperan otra nueva llamada, aunque ya tienen preparada la mansión, que en este universo fílmico será un rascacielos.
Como de costumbre, la película cierra con un avance de lo que puede ser (o no) la secuela, con el supervillano en la sombra que no aparece hasta el momento final, en escorzo, aunque claramente reconocible. Lo cual nos indica que la secuela, si sigue en esa línea, será de nuevo un chunda-chunda continuo (sobre todo si enlaza detrás de los proyectos que ahora asoman, Los Guardianes de la Galaxia y Los Inhumanos), a menos que puedan recuperar los derechos de los skrull, todavía dentro de la franquicia de los 4F.
El nuevo malo, de todas formas, supone un golpe de efecto y en la línea de flotación de la Distinguida Competencia, en tanto, si en Marvel Productions son rápidos y lo llevan a cabo, los privará de dar cohesión a un universo fílmico paralelo que, con la JLA, pudiera centrarse en el Cuarto Mundo y Darkseid.
No me digan que no les dolió un poco, en los créditos finales, ver aparecer el nombre de Walt Disney Productions...
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