Uno se pregunta, entre las luces y los fastos de las celebraciones de ahora, cómo fueron los fastos y las celebraciones de entonces, de ese día del que hoy se cumplen doscientos años, de esa fecha que hemos convenido en señalar como el momento más importante de lo que fueron nuestros abuelos, el listón, no sé si lo sabemos, que no podremos superar nunca.
Hemos convertido en épica literaria lo que en el fondo, lo sabemos todos, debió ser algo aburridísimo, como son aburridísimas hoy las sesiones parlamentarias y los debates donde o se tiran los trastos a la cabeza o se marea la perdiz. Hoy los vientos de la historia convierten en victoria retrasada lo que acabó en derrota y en papel mojado, pero nos queda la honra y el pundonor de que fuera aquí, y no en otra parte, donde se vislumbró un mundo nuevo, aunque ese mundo estuviera tan lejano y fuera tan utópico en algunos aspectos que no llegó a concretarse nunca.
Y hoy, mirando las gimkanas y los discursos, los sorteos y las obras de teatro, los tebeos que hemos hecho con sentimiento y las historias que se han escrito por oportunismo, ya les digo, no puedo sino querer asomarme por una ventana en el tiempo a aquel día y aquellas gentes, a aquellos discursos, a aquella procesión, a aquellos paseos a caballo y a aquellas majas que escuchaban leer artículos que la prosa pomposa de la época tal vez les hacía incomprensible. Cómo fue aquel día entre salvas desde el Trocadero celebrando el santo del rey francés, el viento y la lluvia que quisieron sumarse al festejo y que, como en un carnaval cualquiera de casi los doscientos últimos años, acabó por deslucirlo y se consideró (es fácil hacer futurismo a toro pasado) signo de mal augurio.
Y en esa comparación que hago, sin quererlo casi, entre aquel día y el día de hoy, es posible que ni entonces ni ahora la gente de a pie entendiera una palabra, porque no fueron ellos ni somos nosotros los que configuramos la historia y sus vericuetos. Pero qué diferencia, y qué lección tendríamos que sacar de cotejar el ayer con el día de hoy: entonces se miraba al futuro con esperanza. Hoy más que nunca necesitamos ese trocito del espíritu del Doce.
Publicado en La Voz de Cádiz el 19-03-2012
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