Los tebeos de superhéroes viven de la ilusión de cambio. Las series de televisión, quizá hasta hace menos de una década, vivían de la fórmula, esa que permitía conocer a los personajes prácticamente viendo cualquier capítulo al azar, donde no se salía de unos parámetros de episodio completo.
De un tiempo a esta parte, quizá desde Joss Whedon pero en especial desde Perdidos, el boom de la televisión actual arranca de una idea esplendorosa e impactante, y la gracia de su éxito está (o estaba) en ir dando la de cal y la de arena en su desarrollo. O sea, ir tirando de una madeja infinita que se enreda a la vez que la deslías.
Pero esto, ay, no vale para siempre. Hay historias que no dan para más. Hay premisas que tienen que tener un punto de inflexión, un meollo, un giro en la trama que conduzca a una resolución. La fórmula de antaño funcionaba porque las historias no iban a ninguna parte: las series vivían en sus propios limbos temporales, donde cada final de episodio, más o menos, nos devolvía a los personajes al cajón hasta la semana siguiente. La fórmula de hoy, esa que intenta conjugar el desarrollo y a la vez el enganche, viene demostrando que no es capaz de jugar a la doble baraja. Lo hemos visto en Fringe, donde la trama general se olvida excepto en dos o tres episodios por temporada, con lo que la serie se vuelve de un aburrido que aturde.
Lo hemos visto en las dos o tres series que han intentado el misterio narrativo sin saber siquiera dónde querían ir a llegar: el propio Joss Whedon con Dollhouse, las dos o tres series de extraterrestres de los dos últimos años, Prison Break. Y, ahora, ayer o anteayer mismo, Terra Nova, que acaba de ser cancelada como estaba cantado. No me extrañaría que de aquí a un par de semanas no enteremos de que pasa lo mismo con The River.
Es posible que los públicos estén escarmentados tras el enorme fiasco que supuso el final de Perdidos. Pero también hay que reconocer que repetir ad nauseam el mismo episodio semana tras semana (dinosaurios persiguen colonos o monstruitos acosan a exploradores en barco para poner un minuto escaso de hilo conductor al final) acaba con la paciencia de cualquiera. Este tipo de series necesitan tener muy claro qué quieren contar y hasta dónde llegan en sus argumentos cada temporada: estirar por estirar lo único que consigue es que les den en carpetazo y la trama quede en el aire o mal cerrada.
Pasará lo mismo con Revenge, o con Erase una vez. Los de Blue Bloods fueron más listos, comprendieron que l trama conspiranoica era menos atractiva que la relación de esa familia de polis, y la resolvieron deprisa y corriendo al final de la primera temporada sin que la serie se haya resentido, sino todo lo contrario.
Y es que si lo puedes contar en veinte capítulos, ¿por qué hacerlo en trescientos?
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