Ni SOPA ni Ley Sinde. Patada en la puerta y el FBI, que ahora que ya no tienen a Bin Laden en el punto de mira (¿o esos eran los de la CIA?) y no hay más problemas en el mundo (ni narcotráfico, ni crimen organizado, ni células terroristas) han decidido librarnos del pernicioso portal de descargas de un señor gordo que parece escapado de una peli de James Bond y unos cuantos colegas que seguro que son socios fundadores del club de fans de Darth Vader.
Está claro que Megaupload, como tantísimas otras páginas de descargas que existen en el mundo, y las que existirán porque la guerra de la red mundial acaba de empezar, ofrece de manera ilegal o alegal un producto que no les pertenece. Y, lo que es peor, que se lucra con ello. Lo que ya me escama un tanto es que se salten por la patilla eso que tanto nos venden en las pelis de policías y abogados, la presunción de inocencia. Y sobre todo que se cierre una cosa que está en el aire (en la nube, que se llama ahora), y que encima se detenga a unos señores que casualmente no viven en los Estados Unidos de América. Para colmo, mogollón de gente tenía a la citada megaupload como una especie de caja de ahorros virtual, donde subían para su uso propio y disfrute sus documentos privados, los videos de la comunión de los niños o las insoportables fotos del crucero a Noruega. Gente que había comprado un disco duro virtual, legalmente, y que ahora ha perdido todo ese material. Quién sabe si lo volverán a ver.
De toda esta historia yo me quedo con dos contrasentidos: por bajarse películas sin comprarlas en DVD o sin pasar por la taquilla, el público de todo el mundo recurre a páginas como Megaupload… y a veces paga por tener acceso a esas películas de la manera más rápida. Un negocio que mueve una burrada de millones de dólares resulta que es ilegal y está perseguido cuando lo lógico sería que ese dinero que los compradores dan a Megaupload y similares fuera a las productoras de cine y televisión. De ahí el contrasentido de que no sean las productoras las que ofrezcan directamente la posibilidad de las descargas, ancladas en una forma de negocio que ya está obsoleta.
Publicado en La Voz de Cádiz el 23-01-2012
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