Voté por primera vez con la Constitución. Imagino que recuerdan ustedes también aquella su primera cita electoral, aquellos sus primeros pasos vacilantes hacia la mesa y la urna y las listas y el voto. Y salir a la calle (les juro que en la radio sonaba Bob Dylan proclamando que cambiaban los tiempos) con esa sensación que me ha acompañado luego siempre: que ese gesto ciudadano, hermoso y libre sabe a poco.
Luego, en estos treinta años transcurridos desde entonces, he votado a varias opciones distintas, me he abstenido o he votado en blanco. Como muchos de ustedes, en ocasiones, no he votado a una opción, sino en contra de otra. Por actuar de muro de contención, o por despecho. Siempre, siempre me sabe a poco. Un gesto mecánico, la medalla que se pone uno mismo porque cree que eso es la democracia.
Me han ido pillando sucesivamente el desencanto y el encantamiento, el pragmatismo y el neoliberalismo, la socialdemocracia descafeinada y el movimiento indignado. Pero nunca, como el domingo, la sensación de estar realizando un gesto mecánico, un movimiento vacío. Porque si antes he dejado de creer en una opción o un discurso, ahora se me antoja que mi desencanto va hacia el sistema. Lo acabamos de ver en Grecia y se ha repetido hace unos días en Italia: no votamos a un gobierno, ojalá, ni siquiera a los líderes de otros países que hacen lo que quieren con nosotros y nuestros gobiernos. Hay números que están por encima de nuestras ideas, gente a quienes no vota nadie y que juega al monopoly con el mundo.
Ninguno de los partidos que se ofrecen a bailar con la más fea tiene capacidad de maniobra para sacarnos del atolladero, y si la tuvieran, ya se encargarían esos grupos anónimos de obligar, como ya han hecho con descaro, a desbaratar el armazón legítimo y poner en el tablero los peones que ellos quieren para que así les cuadren las cuentas aunque pasen por encima de nosotros. La crisis le ha quitado la careta a esa ilusión que nos compramos y nos vendimos nosotros mismos. Y, como en el cuento de Poe, la sonrisa tras la máscara roja se mofa de nosotros antes de darnos el golpe de gracia.
No es que el voto de ayer me supiera a poco. Es que no me supo a nada.
Publicado en La Voz de Cádiz el 21-11-2011
Comentarios (110)
Categorías: La Voz de Cadiz