Estuvieron toda la semana colocando telarañas. Los esqueletos luego, las cabezas de muerto, la sangre falsa. En horas a deshora, naturalmente. Por el cachondeo de una sola noche.
Estuvieron después toda la tarde maquillándose. Las cicatrices, los ojos huecos, los colmillos. Los camisones cosidos a puñaladas, la carne de goma hecha pedazos.
Y abrieron el bar de copas. Y fueron llegando los clientes. Noche de Halloween.
Tardaron un rato largo en darse cuenta de que los clientes no usaban disfraces.
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