Me llegó el otro día al correo electrónico un mensaje, no sé a estas alturas si de un conocido o no, donde se incluía un listado de empresas que habían emitido o emiten publicidad durante los intermedios de ese programa de gritos y lumis que ocupa la parrilla de esa otra cadena que en realidad no es una cadena, sino un solo programa infinito a todas horas.
Les confieso que me quedé un poco a cuadros, en tanto que la tele la veo en la pantalla (del ordenador) o retratándome por el satélite, así que de estos chafarderíos sólo soy consciente cuando voy a la barbería y comprendo que no conozco a nadie de los que aparecen en las revistas del cuore. Pero la historia es sencilla: el programa La Noria entrevista a la madre de un chico que está siendo juzgado y se revela carnaza amarillista, cosa que al parecer nadie había advertido antes. Y lo que el correo electrónico me pedía en carta abierta, como si fuera un manifiesto antiproductos catalanes, era que no consumiera todo aquello que se anuncia en las abundantes pausas entre chillido y teatro pactado.
Hombre, una cosa es que nos pongamos muy ufanos y en Navidad no consumamos cava catalán, para darles en los morros a los del norte (consumiendo entonces champán francés, que está mucho más bueno pero es infinitamente más caro y es todavía más del norte), y otra que de buenas a primeras dejemos, no sé, de viajar en RENFE. A nosotros, aquí abajo, es precisamente lo que nos faltaba: cada vez menos aviones, los trenes algún domingo con vagón de menos respecto al billetaje que se vende (la odisea de nuestros estudiantes universitarios en Sevilla es para contarla a doble página), y las autopistas de peaje.
Imagino que semejante correo debe de haber removido alguna conciencia, porque varios de esos anunciantes, de pronto, han retirado la publicidad del programa, súbitamente conscientes de que se están metiendo en camisa de once varas y de que la justicia debe de ir por su lado y el enternainment por otro. No sé yo si son sinceros, pero de momento los salva la campana.
Lo triste es que los boicots son innecesarios. Basta simplemente cambiar de canal y ver una película, o alquilar un DVD, o leer un libro.
Publicado en La Voz de Cádiz el 07-11-2011
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