Se estrenó hace unos días la nueva serie de ciencia ficción producida por Steven Spielberg, Terra Nova, después del fiasco que ha supuesto ese cruce repetitivo de La guerra de los mundos y V que es Falling Skies (un inciso para recordar que, en ambos casos, Spielberg hace en ambas series de productor ejecutivo, no de director ni de guionista: lo digo para que se abstengan los de siempre de saltarle al cuello).
Los dos primeros capítulos, en bloque, forman un díptico llamado "Génesis", y aunque es difícil valorar por qué derroteros puede tomar la serie en las siguientes entregas, no deja de resultar curioso que, por un lado, tengamos en toda la primera parte una reivindicación de la ciencia ficción pesimista propia de los años previos a Star Wars, y que se traten de forma casi descarnada temas como la contaminación, la superpoblación o el control forzoso de la natalidad: son, en cualquier caso, los mejores minutos, una distopía oscura a la que los espectadores contemporáneos ya no están acostumbrados. Por otro lado, la serie se acerca descaradamente a Avatar (coprotagonista incluido), y a la moda que el propio Spielberg impulsó con su Parque Jurásico.
Y es que la premisa de Terra Nova es simple, atractiva y, por eso mismo, peligrosa. En el futuro, la humanidad descubre el viaje en el tiempo (por medio de un portal que acerca la serie a Stargate), y la única forma de luchar por la superviviencia es enviar colonos 85 millones de años en el pasado. Nada que no hayamos leído un millón de veces, pero todavía se cuenta con la suficiente convicción como para darle a la serie un poco de cuartelillo.
Porque, lo vemos en seguida, en esa Terra Nova del pasado no solo hay colonos y dinosaurios: hay una escisión (los "sixers", herederos de los Otros de Perdidos, otra serie a la que se acerca sin disimulo), una posibilidad de enfrentamiento, el misterio de unos glifos... y quién sabe qué cosas más. Queda la duda de si, al remontarse en el pasado, están de verdad en otra realidad paralela o si el destino futuro de esa tierra de 2149 es lo que está en manos de esta gente que empieza de nuevo.
La serie se centra en una familia que puede acabar siendo estomagante o ser atractiva: padre policía irlandés, apasionado y violento; madre de etnia india (al menos la actriz lo es), doctora mesurada; el inevitable jovencito guaperas algo caraja; la adolescente sabelotodo... y la niña que no tendría que existir, en tanto las familias solo pueden tener dos hijos, y que bien puede acabar siendo un misterio en su misma existencia.
Hay un puñado de agujeros en la trama que la presentación no responde adecuadamente. Sí, ya sabemos que están en América (los dólares con la efigie de Obama son impagables), pero cuesta trabajo creer que un estado en las últimas, cuando encuentra a un hijo de sobra, no lo elimine inmediatamente junto con el resto de la familia. No queda tampoco explicado dónde ha estado la niña los dos años que el padre ha permanecido encarcelado cual conde de Montecristo en una prisión de máxima insalubridad, ni por qué los colonos no matan a los dinosaurios, prefiriendo, según parece, aturdirlos.
Los dos capítulos, ya digo, al ser visionados como un todo, acusan defectos de ritmo. La serie presenta de momento los suficientes misterios y los suficentes atractivos para resultar entretenida, siempre y cuando sepan dónde quieren llegar y no empiecen a estirar como chicles las escenas inevitables de personajes atrapados y acosados por los dinos.
Si consiguen además que la familia protagonista escape del tópico, miel sobre hojuelas.
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