Hace la tira de años, cuando José María Iñigo tenía más pelo en el bigote que en la cabeza, en uno de aquellos programas sabatinos donde lo mismo te traía a un tipo que doblaba cucharas, una abuela que animaba al Depor o un premio Nobel de la Paz que despotricaba contra los gulags soviéticos, tuvo el hombre a bien presentarnos a una señora que había publicado un libro con la extravagante teoría de que Cristobal Colón era, sí, una mujer. O sea, no genovés, no catalán, sino del bello sexo. Y todo porque siempre se le representa con el pelito al estilo Príncipe Valiente y sin barba. El jovenzuelo que yo era, lo juro, se quedó alucinado con el cientifismo de la señora aquella.
Esta semana, muchas reconversiones industriales y muchas crisis económicas más tarde, un avispado investigador norteamericano salta a la fama mundial porque, cónchiles, resulta que ha descubierto una foto de los tiempos del salvaje oeste, o sea, del siglo antepasado o más allá, donde hay un señor posando para la posteridad que es clavadito a Nicholas Cage, ese actor que se echó la cara abajo intentando no arrugársela. Y ni corto ni perezoso, en lugar de comentar la casualidad del parecido, el tío pone la foto a subasta por un cojón de pato y anuncia, mire usted si tiene gracia, que no es que se de cierto aire al insigne actor sobrino del insigne Francis Ford Coppola, sino que es él mismo, inmortal y todo, y no solo inmortal: es un vampiro.
El buen hombre parece que se ha mosqueado porque la foto no la ha comprado nadie por la burrada de piedrólares que pretendía. O sea, con la cara más dura que la estatua de Cristóbal Colón.
Pero vamos a ver: Que los vampiros no existen, y si existieran no salen en las fotos. Que bien podría haber dicho que es un viajero del tiempo, o un inmortal, o una reencarnación. Que hay que leer más a los clásicos, hombre de Dios. Y presentar mejor las trolas. Eso sí, salir ha salido el tío en todos los medios. Así nos va.
Clavadito a Nicholas Cage es mi amigo Miguel, mire usted por donde. Y no es un vampiro. Que yo sepa.
Publicado en La Voz de Cádiz el 26-09-2011
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