Paseo por los Lanes de Brighton. Entre sandwiches que no saben a nada, pintas tibias que se mezclan con desayunos a deshora, hippies trasnochados, el mundo transhumante y reciclado, sé que voy a encontrarme, aunque no sé dónde, con una librería especializada en tebeos.
Entro para librarme de la humedad sofocante que me hiela y me cuece. La librería es pequeña y, como cualquier librería, está repleta de muñequitos y otras glorias. Hay, eso sí, comic-books. Pero no me atraen los del mes, y los antiguos (hay tebeos de Spider-Man de John Romita padre a seis libras) los tengo ya en demasiadas ediciones para gastarme una pasta enorme en una nostalgia que no es la mía.
Sigo adelante Lanes abajo y, sorpresa, al lado de la librería especializada, tras una tienda de golosinas, hay otra librería especializada. Esta es moderna. O modelna. Alternativa, vamos. Mucha novela gráfica, mucho autor de cuatro rayas, mucha tapa dura y mucho snob haciendo historieta de cualité. Arte y ensayo, a estas alturas.
Me marcho también. No deja de ser significativo que no me interese ni lo que exhibe una librería ni lo que ofrece la otra.
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