Se habrán preguntado ustedes, quizás, mi silencio de estas dos semanas, aunque creo haberlo comentado por alguna parte. He estado quince días en Brighton, en un cursillo para profes de inglés, y como las cosas de los ingleses son como son, no tenía acceso a internet en la residencia de estudiantes donde nos alojábamos (no funcionaba la wifi, ni la tele común, ay), y en el centro de estudios, cáspita, descubrí con sorpresa que Crisei no pasaba el filtro por tener contenido no recomendable (cosa que pasa también, por cierto, con alguna red de la Junta de Andalucía).
Así que no he podido actualizar, ni leer los comentarios, ni celebrar el regreso del trol de costumbre, ni las anonimadas del frente boquerón ni esas cosas. Tampoco, y eso que me había preparado un sabatto pomeriggio cojonudo para ver en Inglatera el episodio semanal del Doctor Who, me pude dar ese capricho (aunque me he comprado una revistita infantil que regalaba el sonic driver, la pajarita, la llave de la Tardis y el carnet multiusos, todo por deshacerme de las monedas sobrantes y en el aeropuerto, conste).
Por lo tanto, no sé qué ha pasado en el mundo. No he visto todavía la edición de Planeta de Príncipe Valiente, aunque imagino que si sigue la de Boccola será buena. No he visto nada de cine (por tres veces me detuve en la puerta de Fright Night en Brighton), he podido ver una obra de teatro que algún día será una peli de éxito (The Pitmen Painters), y he hecho alguna que otra reflexión que, como no apunto en ninguna parte, lo mismo ni aparecen aquí algún día.
Sé que en Cádiz se nos hundió el vaporcito del Puerto, y que no hay visos de que continúe surcando la bahía con su rumbo garboso. Que la economía y los políticos siguen igual que siempre (pero siguen igual que aquí en Inglaterra, con lo que me temo que la culpa no va a ser solo del amigo ZP), y por lo menos puedo decir que he aprendido mucho, le he pegado un buen mordisco a la traducción de Brandon Sanderson que me ocupa desde hace cuatro o cinco meses, y que el verano se me acaba oficialmente hoy, aunque no tengo muy claro (cervezas, pescado frito y gin tonics nocturnos aparte) haber vivido un verano.
Será porque no he pisado la playa, será porque no he escrito una línea propia. Que eso, ay, es lo que marca mis veranos y lo que me evita el estrés de las calores.
Voy a tener que intentar ser más disciplinado en otoño.
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