Hoy sin duda nos parece un desperdicio, una forma tonta de malgastar el dinero de todos, sobre todo porque la programación que ofrecen (sobre todo por aquí abajo, pero me imagino que en todas partes cuecen habas) es de rubor, pero el final de los años ochenta y el principio de los noventa supuso la irrupción en nuestras vidas de las televisiones autónomas. De Canal Sur (la nuestra) en mi caso. Y Canal Sur (la nuestra) parece que al principio no le hizo demasiados ascos a lo fantástico.
Qué coño, en Canal Sur (la nuestra) tuvimos la oportunidad de recuperar (o de ver por primera vez) los episodios originales de Twilight Zone, o sea, de la Dimensión Desconocida, con su doblaje neutro y en glorioso blanco y negro. Una gozada y eso que habían pasado muchos años desde su primera emisión.
En Canal Sur (la nuestra) se recuperaron las andanzas de un golfo apandador perdido con un holograma y un gato. El enano rojo, titularon a aquella demencial serie inglesa que era sátira y a la vez ciencia ficción de lo más logrado. No tengo muy claro si la emitieron o no en versión original (mis recuerdos se confunden, mayor que me hago, porque los dividíes sí que los tengo en versión original).
No era exactamente fantasía, pero Canal Sur (la nuestra) tuvo los redaños de emitir Robin de Sherwood, justo hasta la llegada del hijo de Sean Connery al papel y el principio de la tercera y última temporada.
Y Canal Sur (la nuestra) tuvo a bien presentar todas las tardes las extravagantes aventuras de un Señor del Tiempo que viajaba en una cabina telefónica azul, más grande por fuera que por dentro. Así fue como conocí al Doctor Who (como lo experimenté, quiero decir, porque conocerlo sí lo conocía, al menos de vista). Empezaron por el serial "Robot", es decir, con la muerte del tercer Doctor y su regeneración en el cuarto, Tom Baker. Les confieso que me horrorizó. Aquello era malo a rabiar, hecho sin un duro, tan espantoso como cualquier episodio de los Chiripitifláuticos a nivel de presupuesto e inventiva... o eso me parecieron los tres o cuatro primeros episodios.
Luego llegó la aventura del arca espacial y me quedé enganchado para los restos. Cada tarde, de lunes a jueves, un episodio. Cosa que, con la forma tan morosa de la narración, le sentaba como un guante al formato. Tom Baker era grande, más grande que la vida. Y las historias podían ser patosas y a la vez épicas, llenas de topicazos y a la vez gloriosamente inventivas. Sólo emitieron hasta la mitad de "La máscara de Mandragora", por cierto.
Ya en los primeros noventa, tras la fiebre nacionalista de Bola de Dragón en Cataluña, nos llegaron también a nosotros sus aventuras, convenientemente traducidas al castellano. Aguanté como un jabato toda la primera serie, dicho sea de paso, aunque el Goku adulto nunca llegó a gustarme tanto como el niño. No le di ninguna oportunidad a sus muchas continuaciones (ni a sus tebeos).
La otra gran serie autonómica fue A través del tiempo, o sea, Quantum Leap, las divertidas e inteligentes paradojas temporales del doctor Samuel Becket y su controlador y amigo hologramático Al. Un tour de force para el actor, Scott Bakula, que decía aquello de "Dios mío" cada vez que se miraba a un espejo y veía cómo era el cuerpo que habitaba (en versión original decía "Oh, my"). Episodios que eran a la vez satíricos de lo pop y que podían tener su crítica social. Ver a Bakula haciendo de mono, o de embarazada, o de prestiditigador, o de detective sin tener ni idea de cómo ni por qué, y verlo cruzarse con un joven Michael Jackson o con Sly Stallone o con Stephen King era una gozada. Los episodios con Kennedy o con Marilyn eran impresionantes, sobre todo cuando jugaron a mostrar la baza de que el universo de Sam no era el nuestro.
Uno de los episodios, por cierto, mostró mucho mejor las motivaciones de Batman que todos los tebeos y todas las películas de Batman: la búsqueda inconsciente de la muerte para expiar el pecado autoimpuesto.
Quizá aquel cambio de época en el fondo vino a anunciarnos que el futuro de la ciencia ficción de calidad ya no estaba en los cómics, ni en el cine, sino en la televisión que iba a configurar el futuro.
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Categorías: Ciencia ficcion y fantasia