Lo pienso ahora y ya fue, como me ha ocurrido luego, una novela que me salió al paso. Me costó horrores terminarla y no experimenté entonces (y menos mal) la sensación de posesión que he vivido luego con otros libros, pero siempre he dicho que este libro fue el que me hizo escritor, al que dediqué mis energías, mi poca experiencia, todos mis deseos, el fulcro donde de pronto se unieron todas mis influencias.

Yo venía, lo saben, del tebeo y el cine, de la poesía y las ganas de cambiar el mundo. Había tardado lo mío en ir haciéndome a la idea de qué podía escribir, un quiero y no puedo, un tanteo en la oscuridad de mí mismo. Lo popular a un lado y lo trascendente, ay, de contrapeso. La literatura seria y a la vez la diversión. La forma, los personajes, el experimento.

Todo lo que no sabía muy bien cómo conjugar se me ocurrió de pronto una tarde, allá por febrero del año 81, imagino que un par de semanas antes del "incidente" de Tejero. Clases de literatura medieval y de pronto la deformación amateur de convertir toda aquella estética del mester de juglaría al espacio. En poco menos de media hora, lo juro, tuve la novela en la cabeza, y me levanté de la cama donde escuchaba la radio o leía tebeos, saqué la máquina de escribir (una Köeniger roja que compramos a Círculo de Lectores para sustituir a la Olivetti más poderosa que ya me había cargado) y escribí del tirón el primer capítulo y las primeras páginas del segundo.

Durante los siguientes nueve meses sólo viví para aquella novela, para aquellas tardes de ir desgranando capítulos de tres en tres folios o poco más. Ahora que se habla tanto de escribir con brújula o escribir con mapa, yo escribí con mapa ese libro (hice en seguida un esquema con lo que iba a pasar en cada capítulo, más o menos), pero ese libro fue brújula de mí mismo.

Mentiría si no dijera que me costó la misma vida. Pero mentiría también si no dijera que sabía que era algo nuevo, algo distinto, algo que no se había visto antes y, por eso mismo, algo que me iba a ser muy difícil de publicar. Durante aquellos nueve meses fui uniendo todas las influencias que me eran propias: los tebeos, la poesía, la estética de la ciencia ficción con la épica del western, el teatro. Cada capítulo se fue afianzando, poco a poco, desde aquella introducción in media res hasta los cambios que el personaje principal iba experimentando de escenario en escenario. Fui al circo para ver cómo era un circo, retuve un capítulo y detuve la novela hasta que vi Espartaco, apuntaba todas las frases brillantes que leía en el suplemento de El País para que Hamlet pareciera mucho más brillante de lo que yo soy. Y no se lo di a leer a nadie durante un buen montón de meses.

Bueno, no exactamente. Se lo di a un compañero de filosofía y letras que no he vuelto a ver, Joaquín Carrera, a quien di las gracias luego al final del libro. Joaquín, grande, jerezano, de hablar pausado, sí que era un intelectual de verdad, y me sorprendió muchísimo que las páginas que le entregué un día con la timidez que me caracteriza lo dejaran con ganas de mucho más, y que no me despreciara porque estaba escribiendo una novela de ciencia ficción. Eso, sin duda, me animó a no dejar el libro a las pocas páginas, como había hecho con todo lo que había intentado hasta ese momento. Luego, cuando ya sólo me faltaba el último tercio, un día que vino a casa le permití hojear lo que había escrito a mi amigo Vicente Sosa, y él leyó en silencio, pasando de un folio a otro (Vicente leía muy muy muy rápido, lo aseguro), y un comentario breve me indicó que sí, que estaba en buen camino: "Se nota que el personaje aquí es mucho más viejo que al principio".

Fue Vicente quien acabó, meses más tarde, por sugerirme el título definitivo (yo había desechado ya "La garganta infinita" y "Oficio de luciérnagas" y tonteaba con "Una lágrima sobre el ataúd de la luciérnaga").

Lo terminé un día antes de que terminara el año, sin fuerzas, a base de diccionario porque notaba que me iba quedando sin energía y sin vocabulario. Casi cuatrocientos folios, algo que no se estilaba en la historia de la ciencia ficción española, donde el límite parecía estar en los doscientos. Una novela que, estaba casi seguro, no iba a gustar a los aficionados a la ciencia ficción (como creo que así fue), ni a la gente de fuera del género. Porque andaba, como yo mismo, entre dos aguas, entre las influencias que eran mías y, al parecer, no eran de nadie.

Envié el mamotreto a Nueva Dimensión, temiendo que me lo fueran a rechazar. Angel Torres, que entonces viajaba a menudo a Barcelona, incluso me trajo una foto con Domingo Santos derrengado e inconsciente bajo el enorme clasificador A-Z donde había tenido que meter el manuscrito.

Pero a Santos le gustó y prometió publicarme la novela en una colección nueva de novelas que iba a sacar. Lo malo, claro, es que aquella colección (el libro lo envié a principios del 82; es decir, lo escribí cuando tenía 22 años) no se publicó, por diversos problemas económicos, hasta 1984. Yo incluso estaba convencido de que no iba a publicarse nunca, pero no me dio por buscar mientras tanto otra editorial. Y, para colmo, fue el canto de cisne de la editorial: mi primera novela acabó su vida en las librerías antes de poder salir: la imprenta se largó con la pasta gansa, un juez procedió al cierre cautelar y Lágrimas de luz sólo se distribuyó en Barcelona, creo, y en Cádiz (y en Cádiz porque yo la llevé a las librerías). Herida de muerte tras aquel último descalabro, Nueva Dimensión, que había estado en activo desde 1968, desapareció.

Y sin embargo... cuántas veces abrí aquel libro feo, cuántas veces olí sus páginas, cómo noté que era distinto una vez impreso que en los folios blancos del manuscrito. Ya tenía un libro de verdad, un libro que era mío y todo mío... aunque nadie pareciera haberse enterado de su existencia.

Mediados de los ochenta. Hoy dicen, y yo me río, que mi novela fue un punto de inflexión. En la cruda realidad, la ciencia ficción española iniciaba su larga andadura en el desierto.

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Comentarios

1
De: Carlos Fecha: 2011-06-12 13:51

"Lágrimas de Luz" me la leí hace dos años, y me encantó. Cuando leí que había un antes y un después en la ciencia-ficción española, me pareció exagerado y una campaña de la editorial que publicaste, pero al leerla comprendí que con tan sólo 22 años habías hecho una verdadera joya literaria.



2
De: Ojo de Halcón Fecha: 2011-06-12 14:13

Yo la estoy terminando, y Rafa, déjame decirte que me parece una auténtica maravilla y que lo del punto de inflexión es totalmente cierto :)



3
De: Juaki Fecha: 2011-06-12 15:13

Yo la compré en JAIME, que tenía toda la superficie de una de sus vitrinas abarrotada de ejemplares. La devoré. Quise en ese momento escribir algo como aquello. Pero lo que más me impactó fue descubrir que el autor era de Cádiz y que, para colmo, era un chaval que estaba en mi facultad.



4
De: pjorge Fecha: 2011-06-12 18:31

Yo la compré (todavía en el instituto), y procedí a leerla de inmediato, en Arrecife, Lanzarote. Así que se distribuyó un poco más :-)

Me pareció, y me sigue pareciendo, magistral.



5
De: AJC Fecha: 2011-06-12 21:38

"Oficio de luciérnagas" es un buen título. "Lágrimas de luz" es uno de los títulos más hermosos de entre los que conozco y recuerdo.



6
De: Rudy Fecha: 2011-06-12 22:35

Pues, aunque sólo se distribuyera, como dices, en Barcelona y Cádiz, de algún modo un ejemplar llegó a Gijón, a la librería que frecuentaba por aquel entonces.

Inútil decir que me abalancé sobre ella (¡eh, era del tipo que había escrito "Nunca digas buenas noches a un extraño", seguro que molaba) y la devoré en un par de días.

Y luego, pasé un tiempo dudando entre la admiración impresionada y las ansias homicidas: con 22 años te habías atrevido a escribir la novela que yo, con 18, hubiera querido escribir y ni sabía ni podía. Y encima, tú lo habías hecho de puta madre.

No hará falta que explique lo mucho que te odié entonces.



7
De: RM Fecha: 2011-06-12 22:36

Pero ya me quieres, ¿no? :)



8
De: Rudy Fecha: 2011-06-13 05:18

Bueno... digamos que ya no planeo formas imaginativas de de torturarte... ;-)



9
De: Jorge Duarte Fecha: 2011-06-13 10:24

La verdad es que no sabría situarla en el lugar que le corresponde dentro de la historia de la ciencia ficción española, no sé si es un punto inflexión, su canto del cisne o lo que tenga que ser; lo que si tengo claro es que es una novela muy digna en todos los sentidos. Y no me parece, ni mucho menos, lo mejor de Rafa.



10
De: INX Fecha: 2011-06-13 10:42

A mí me encantó, y eso que no soy aficionada a la ciencia ficción...mi ejemplar cuenta, además, con "A tumba abierta" y "Ébano y acero" lo que es un lujo...porque "A tumba abierta" me pareció sensacional...nunca lo he pasado tan mal...ya quiesiera Stephen King haberla escrito...
Gracias Joaquín Carrera y Vicente Sosa...porque, por lo que he leído, sin vuestro apoyo, este señor tímido no hubiera sido escritor...y el Mundo se lo habría perdido ;)



11
De: Rickard Fecha: 2011-06-13 12:17

Pues yo la tengo en su edición de Nueva Dimensión. Toda una joya arquológica, jejeje. Si alguna vez vienes por Zaragoza, avísame que te la llevaré para que me la firmes.



12
De: TFC Fecha: 2011-06-13 13:15

¡Je! mi padre estaba en Jaime el día que apareciste por allí con una pila de ejemplares.



13
De: fnaranjo Fecha: 2011-06-14 21:40

A Madrid llegó, porque me hice con un ejemplar y lo devoré... y lo conservo desde entonces como oro en paño...

(No sabía lo de Oficio de luciérnagas: suena muy bien, la verdad...)



14
De: RM Fecha: 2011-06-14 22:03

Lo descarté porque Cela tiene "Oficio de tinieblas".