La vida tendría que ser como un eterno verano adolescente, y si hay un verano adolescente, incluso un año entero, que me marcó a rojo para siempre fue el verano de 1977 y el año entero que terminamos viendo por tercera vez La guerra de las galaxias en los cines.
Yo venía, creo que se nota en estos apuntes, del tebeo y las películas, de la cultura pop, de las ganas de comerme el mundo. Y quería, desde siempre, dedicarme a eso de juntar letras, aunque no supiera cómo, aunque fuera incapaz de hilvanar el sentido a un par de páginas.
Tuve tiempo en ese 1977 de conocer los grandes amigos, las grandes películas, los grandes libros, el amor y el desencanto, las ilusiones y los anhelos. Aprendiendo siempre. Por el puro placer de aprender, que es la mejor forma de aprender, y tal vez el mejor de los placeres.
En el terreno que nos ocupa, aunque me cuesta ya, desde aquí, separar mis intereses, fue el momento de acercarme por fin a los grandes libros del tema, aunque en cualquier caso, lo digo siempre, mis lagunas en cuanto a la literatura de ciencia ficción podrían parecer escandalosas. Nos habíamos acercado por fin (y hablo en plural a veces, lo advierto ahora, porque entonces éramos mi amigo Miguel y yo, para casi todo, especialmente en estas aficiones), a 2001, la novela, y a El planeta de los simios, que también estaba publicada en la colección Reno de Austral, aunque no se parecía nada a las películas.
Luego, en poco más de un año, el descubrimiento mensual de los relatos y los autores de los relatos que publicaba Nueva Dimensión. Y Dune, aquel libro feo de forro blanco y cinta de color marfil que leímos casi todos, pasándolo de mano en mano, ese verano. La colección Acervo, que dirigía Domingo Santos, a quien no conocía todavía. Y los libros de Martínez Roca, donde yo soñé publicar algún día, una de las cosas que nunca conseguí, y donde me puse por fin al día en muchos autores: Los hijos de nuestros hijos, Tigre tigre, Tropas del espacio, Marciano vete a casa, La espada de Rhiannon.
Y, de Minotauro cuando era Minotauro, El día de los trífidos (siempre nos quedó el gusanillo tras leer la adaptación al cómic), Soy leyenda, Fahrenheit 451 y, mejor todavía, Las crónicas marcianas.
Mis amigos, por mi cumpleaños, me regalaron El país de octubre Ese mismo año, gracias de nuevo al Círculo de lectores, conocí a Stephen King: Carrie primero, luego Insólito esplendor, después, al año siguiente, ya por mi cuenta, La hora del vampiro y la carísima La Danza de la muerte en dos tomos.
En los saldos de la plaza encontré un tomo encuadernado de Terror Fantastic. En los saldo de Galerías Preciados encontré El vampiro en el cine. En los baratillos de la plaza encontré números atrasados de Nueva Dimensión, y hasta el número 3, en francés, de Mètal Hurlant.
Terminé por fin dos relatos, pero no eran fantásticos, y los publicamos en la revistita que sacábamos por esa época, Jaramago, todo aquello que ya he contado en El anillo en el agua. Escribí algunos poemas de amor (perdidos hasta hace unas semanas). A principios de 1978, cuando ya Jaramago daba sus últimas boqueadas, logré terminar un cuento de ciencia ficción, por fin, que iba a publicarse en el número seis: "Cromosoma". Y cuando me quedé de nuevo solo, sin el colectivo, enamorado para siempre de la literatura y de aquella por quien uno habría con gusto renunciado a la literatura, convencido de que tenía que escribir a mi modo y manera, buscando la música que, ay, no encontraba en las muchas novelas de ciencia ficción que leía (pero pronto se me contagiarían otras músicas de otros géneros), logré escribir dos cuentecitos de la temática: "Breve historia del retiro y posterior descanso de Dorgon, el héroe", donde ajustaba cuentas, a través de la parodia, con Flash Gordon, y "Habrá un día en que todos...", donde apliqué mis pobres conocimientos de lingüística y que es, tal vez, mi único relato de "ciencia" ficción.
Los envié a Nueva Dimensión en un arrebato de confianza en mí mismo, sabiendo que Nueva Dimensión no publicaba autores españoles. Y mientras esperaba el rechazo, me entretuve escribiendo otras cosas.
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Categorías: Ciencia ficcion y fantasia