Los recuerdos vienen solapándose unos con otros, y aunque el historiador sin título que uno lleva dentro intenta dejarse llevar por las fechas además de por la memoria, es cierto que en aquellos años uno picaba de donde iba encontrando, y que lo bebíamos todo a la vez y sin empacho: lo mismo unos tebeos antiguos de El Capitán Trueno o El Jabato que lo más in de todo, los tebeos de superhéroes, las extrañas aventuras de Gilgamesh el inmortal en las revistas de importación argentinas que las no menos extrañas aventuras de Haxtur para Trinca.
Nuestras aficiones, entonces, no siguieron un orden estrictamente cronológico: cierto, sólo podías ver las series de televisión cuando pasaban las series de televisión, pero las películas tenían al menos la posibilidad de ser recuperado en continuas revisiones en los cines de verano o en los reestrenos. Fue así como pudimos engancharnos a James Bond a partir del estreno de Vive y deja morir y, en pocos meses, a toda la serie por orden.
El terror, de momento, nos quedaba vedado: los censores de los cines, incluso los cines de verano, nos impidieron acceder a los Dráculas de Christopher Lee, con lo cual nos dio tiempo de hacer el bachillerato de espantos leyendo tebeos como Dossier Negro, Vampus, Rufus y las revistas de Vértice, Escalofrío y similares. Aunque no deja de ser sintomático que la serie que más me atrayera de aquella época (en Rufus, creo), fuera Hunter, que era ciencia ficción (y donde Paul Neary, a quien conocería mucho más tarde, fusilaba de lo lindo al maestro Víctor de la Fuente).
Luego lo negaríamos todo. Luego nos daría mucho coraje que asimilaran la ciencia ficción con todo aquello, pero los ovnis y lo paranormal iban de la mano con nuestro gusto. Hoy no creo ya nada de todo aquello, pero cuántas horas buscando material sobre objetos voladores no identificados, asomándome a la estética ovni, buscando luces en el cielo, misterios inexplicados en la historia del pasado, enigmas en las catedrales, barcos desaparecidos en el triángulo de las Bermudas...
Era la moda del momento. Una de las modas del momento. Y estaba en todas partes. También en la tele. Los lunes por la tarde, en sobremesa (porque ya había sesiones de sobremesa después de los telediarios), nos llegó una serie que se titulaba precisamente así, OVNI, y que sin embargo siempre conocimos como UFO. Una serie de los Anderson, o sea, los mismos que habían hecho hasta entonces series con marionetas, y que ahora pasaban a actores reales. Una organización en lucha contra los ovnis, llamada SHADO, dirigida por un hierático y cabello platino comandante Straker, con sus bases en la luna donde unas chicas de peluca muy rara (luego sabríamos que eran de color morado) y uniformes muuuuy ajustados al cuerpo, y de agujeritos además, nos llenaban de interés.
Fue una pasión. Incluso se estrenó en cine una película con un par de episodios remontados (los del tiempo detenido). No es de extrañar tampoco que, cuando empezáramos a querer formar parte de ese mundo maravilloso que nos contaba historias y quisiéramos contar historias, siquiera para nosotros mismos, fuera UFO lo que se nos antojara imitar. O al menos así lo hizo mi amigo Miguel con sus primeros tebeos hechos con rotring. Tan difícil era captar de memoria los rasgos del comandante Straker que, con muy buena lógica, Miguel lo que hacía era pillar directamente el rostro de El Hombre Enmascarado.
La serie, de corte futurista, se desarrollaba en el lejano 1980. Agua bajo el puente de nuestros recuerdos...
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Categorías: Ciencia ficcion y fantasia