Vuelve uno la vista atrás y parece ahora que los años setenta fueron larguísimos, prolijos en encuentros con la ciencia ficción y la fantasía, aunque al mismo tiempo se antojaran una travesía en el desierto.
Por cinco duros, veinte páginas a todo color, incluso con anuncios en la tele, entró en nuestra vida Flash Gordon. Buru Lan ediciones, de la mano de Luis Gasca. Los hermosísimos dibujos de Alex Raymond al servicio de unas historias que, vaya por Dios, me parecieron un tostón. Quizá la culpa la tuvo, claro, haber empezado la colección por un momento en que la estética había desplazado por completo a la épica. Cuando culminados los tres primeros tomos se volvió atrás y se editó el principio, el planeta Mongo a punto de chocar contra la Tierra, la lucha contra los goriloides de Ming, la ciudad flotante de los Hombres Halcones, a pesar del dibujo, todavía vacilante y sin embargo siempre en busca de una superación que sigue antojándoseme milagrosa, comprendimos por qué la fama del rubio héroe americano. Sin embargo, costaba trabajo identificar sus aventuras como ciencia ficción: había cohetes, sí, y había damiselas en peligro, y había razas humanoides y tiranos siderales, pero el conjunto era una serie de aventuras más o menos exóticas, sin apenas gadgets.
Tuvo que llegar entonces Dan Barry y aquella soberbia historia del penal espacial para que Flash Gordon, y nosotros con él, saltáramos directamente al futuro (aunque ese futuro estuviera en nuestro pasado), y disfrutáramos de un juego extrapolador: ahora había astronautas, y cohetes, y mineros en el cinturón de asteroides, y paradojas temporales, y razas alienígenas cambiaformas. Ahora sí era ya ciencia ficción pura. Tanto, que no contentos con aquella edición que venía haciendo Buru Lan encontramos, en aquellas razzias por los rincones más recónditos del Cádiz antiguo, la edición de Dólar de unos años antes, en blanco y negro y censurada y con publicidad interviñetas de los bolígrafos de la época. Y ahí descubrimos la aventura en la Atlántida, y la patrulla de los chicos del espacio, y los skorpi.
Por entonces, en la tele, nos dio tiempo de engancharnos a la recuperación de Perdidos en el espacio (nunca nos gustó demasiado Tierra de gigantes: era tan obvio que estaban en la Tierra y los protagonistas no se daban cuenta...). Por entonces, también, en la tele se emitió un ciclo de cuatro películas de ciencia ficción, los jueves.
La ciencia ficción, no sé si pueden ustedes imaginarlo aunque me imagino que se lo imaginan, era tema poscrito, tema tabú. Y sin embargo nos pusieron cuatro películas, cuatro, en horario de máxima audiencia, aquel horario que dedicó otras tantas semanas a Humphrey Bogart o a Alfred Hitchcock. No recuerdo los títulos emitidos, pero sí que me engancharon. Quizá pusieran, inevitable, Ultimátum a la Tierra. O La humanidad en peligro. Y una película cuyo nombre nunca he logrado localizar en español, una especie de precursora de Alien, donde a la tripulación encerrada en aquella nave a la deriva se le unía una bella extraterrestre vampira. La escena final, con la bella eliminada pero los huevos que ha puesto creciendo ante la cámara acompañaría mis fantasías durante mucho tiempo.
También en la tele, un lunes, en un programa de cine donde se conectaba directamente con un cine madrileño, se abrió el ciclo nada menos que con Fahrenheit 451 de Truffaut. Canela en rama.
Durante apenas cuatro o cinco domingos por la tarde, en la primera cadena, pudimos echarle un breve vistazo a La conquista del espacio, o sea, a Star Trek. Pero dentro de un programa magazine (¿Se llamaba "Todo"?) y sin horario fijo dentro de las seis o siete horas que duraba el programa. Nunca tuvo éxito. Nunca se enteró nadie. Tendrían que llegar muchos años más tardes las televisiones autonómicas (la catalana, especialmente) para que se recuperaran las aventuras de Kirk y su séptimo de la marina espacial. Canal Sur, por ejemplo, no la recuperó nunca.
Yo estaba ya irremediablemente enganchado a la ciencia ficción y sin embargo no había leído ni una sola novela sobre el tema. Eso lo remediaría el Círculo de Lectores. Tampoco había escrito nada. Pronto me arrollarían los cómics Marvel.
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Categorías: Ciencia ficcion y fantasia