Los tebeos eran del oeste. Eran de romanos y soldados de la Segunda Guerra Mundial. Eran, sobre todo, de cruzados. De vez en cuando, el fogonazo de Víctor, héroe del espacio, dos páginas en blanco y rojo y negro que siempre sabían a nada. De vez en cuando, Vendaval, el capitán invencible, tan difícil de encontrar. La mejor historia de El Capitán Trueno, para los niños de entonces, era la del ajedrez viviente, lo más parecido que hubo nunca, en el medievo, a robots que se rebelaban contra las directrices que quizá no tuvo en cuenta el mago Morgano.
En el año 68 llegó Galax, el cosmonauta, un tebeo que nadie ha recuperado, pese al hermoso trabajo de Fuentes Man. Un tebeo que ya era, claramente, ciencia ficción con sus meteoritos de oro puro, sus espías infiltrados y la nomenclatura, "cosmonauta", que no entendíamos iba a la contra de los astronautas norteamericanos.
Ellos, los americanos, estaban ganando la carrera espacial. Y pronto supimos de la perra Laika, y de Yuri Gagarin, y del primer paseo espacial, y de los vuelos Apolo, que se repitieron en los polos de Avidesa con su hechura de cohete multicolor y multisabor. Fuimos testigos directos, si no nos quedamos dormidos, del primer paso a saltitos de Neil Armstrong. Quizá ahí nos dimos cuenta de que vivíamos en el futuro.
Nos pirraban Los Supersónicos en los dibujos animados. Desde las carteleras de los cines, nos llamaba la atención un tal Supermán, que se llamaba igual que el superhéroe de los tebeos mexicanos... pero que era japonés, qué chasco. Y veíamos los carteles de aquella película que nos habría fascinado, aunque seguro que tampoco la habríamos entendido, 2001, una odisea del espacio. Nos gustó más, o al menos a mí me gustó más, El planeta de los simios, y eso que ya sabía, porque me lo chivó Oscar Lobato, que el planeta en cuestión era la Tierra.
Nos asomamos a la década de los setenta sin haber conocido aún Star Trek. Pero pronto iba a llegar Flash Gordon.
Comentarios (49)
Categorías: Ciencia ficcion y fantasia