El Capitán Trueno merecería una edición en condiciones que hiciera justicia a la importancia del personaje. Una edición en blanco y negro y apaisada, por supuesto, como bien apunta nuestro anfitrión, ya que así fue concebido. Desde esa primera salida, allá por los cincuenta, nuestro héroe ha vuelto a los quioscos en multitud de ocasiones. Primero en el álbum gigante, con horribles tonos bicolor, e incompleta. Luego, en la ya mítica Trueno Color, con unas magníficas portadas de Bernal, pero con unos colores planos y horribles. Y, además, mutilado, censurado y defenestrado (perdiéndose en el camino multitud de páginas e infinidad de viñetas). Luego vino una segunda edición de ésta que comenzaba a partir del número cincuenta y tantos y que no cubrió toda la etapa; después, nuevos álbumes, que no eran más que una agrupación de aventuras, en una especie de saldo. O al menos yo así lo percibí. Por fin, tras una larguísima espera, en la que asistimos con una especie de congoja nostálgica al cierre de Bruguera, y su resurrección transmutada en Ediciones B, llegó la que denominaron Reedición Histórica. Reedición, sí, claro, pero de histórica, nada. Se limitaron a coger la misma de Trueno Color, agrupar dos números en uno y cambiarle un poco el rótulo a las hermosas imágenes de Bernal, para hacerlo más vistoso, como en 3D, imitando las letras de los carteles de Ben-Hur (aunque a mí, quizá porque crecí con él, me gustaba más el de Trueno Color). Y, por fin, cuando ya desesperábamos, salió la tan cacareada reedición facsímil. Un nuevo chasco. Lo peor no fue la nueva coloración de las portadas, sino la pobre calidad del entintado y esos trazos, esas líneas que se han perdido en el trasvase. Basta comparar cualquier número de los originales, con su pariente de la facsímil y comprendemos que aquí hacía falta una restauración en condiciones, del tipo de la que está haciendo Caldas con nuestro bienamado Príncipe Valiente (el Capi es nuestro príncipe particular, no lo olvidemos). Por último, llegaron los tomos de Trueno Color que ahora mismo, con irregular cadencia, vienen apareciendo. Joder, en lugar de gastarse la pasta en colorear informáticamente las viñetas, podrían haber dedicado el dinero a restaurar el dibujo y ofrecernos una edición que se asemejara a la que Ambrós despachó hace ya medio siglo. Y que, repito, tanto el personaje como sus creadores y sus numerosos seguidores, se merecen. A ver si hubiera suerte y con esto de la película... (claro que lo de titularla en inglés... me da muy mala espina). En fin, conservemos la esperanza mientras podamos.
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