Con permiso de la autoridad, y si el tiempo y los duendes de las imprentas (que haberlos haylos) no lo impiden, en unos días tendré dos nuevos libros publicados. Tres, dentro de un mes o así. Cuando lo comento, la gente me mira como si yo me pasara las horas tecleando o nadara en la abundancia. Y les aseguro que ni una cosa ni la otra. Hablaba el otro día con una amiga, ex-alumna, periodista y escritora, de que a estas alturas del partido tengo muy claro que jamás de los jamases voy a gozar de un éxito editorial, pero como uno ya está hecho a eso, tampoco es que me quite el sueño.
Pero sí me preocupa un tanto si esto de publicar libros a pares o a tríos (cosa que hacen también estos días Rodolfo Martínez o David Mateo) no será contraproducente, como presentarte a un concurso con dos obras que quedan finalistas y se hacen la competencia entre sí mismas para que al final sea otro quien se lleva el gato al agua. La impresión que ustedes, queridos lectores (qué bien queda esto escrito, lástima que quizás tuviera que escribirlo en singular) es que uno es un sampamí que quiere copar el mercado el solito, eliminando de un plumazo a los demás escritores que en el mundo son, que son tantos que no puedo decir que son demasiados no vaya a ser que alguien me aplique el cuento.
Y no, no es eso, no es eso. Lo que pasa es que los ritmos editoriales son como son, cada uno a su bola y con sus líos, y anda el patio de esto de los juntaletras como para planificar una estrategia (eso que otros pueden llamar con orgullo una carrera): la triste verdad en mi caso es que uno de los libros que ahora publico lleva en el cajón cuatro o cinco años, a la espera de que una editorial que me dijo que sí me dijera luego que luego y después que más adelante para más tarde decirme que me buscara la vida, aunque no tuvo ese detalle, faltaba más. Y el otro, sí, lo escribí sabiendo que era un libro profundamente personal, mío muy mío, mi música, mi letra, mis recuerdos, mis amigos, y que suerte tendría si una editorial se interesaba en él, por aquello de que de entrada no me parezca comercial. Y sin embargo la primera editorial a la que lo propuse lo aceptó, y ahí anda ahora, en las tripas que hacen glopita glopita de una máquina que me repite las metáforas y me hace eco a los golpes de sinestesia.
Como son dos libros tan distintos (pero en el fondo, lo diré en la presentación, tan parecidos), no creo que tengan siquiera los mismos lectores: uno es una novela de misterio (más que de terror), que va como suelen ir mis libros de género contra corriente del género en el que se inscribe (me temo que hay pocas vísceras, y solo hacia el final, y no salen zombis y apenas hay sexo); el otro es una novela de iniciación, un retrato en technicolor de un tiempo y unos anhelos, la vida literaria y emocional de mi amigo Juan José en sus comienzos y también la vida emocional y literaria de muchos nosotros tal como un día fuimos. Ya contaré por aquí en qué se diferencian y qué une a estos dos libros, si encuentro un hueco, porque a veces uno necesita explicar por qué a ratos es Jekyll y a ratos es Hyde de sí mismo, y de cuántos matices y espejos rotos se compone su personalidad.
Tres libros. Guau, dirán ustedes. Bueno, digo yo. Me quedan otros dos en el disco duro, creo (¿o son tres?). Uno saldrá el año que viene. Quizás dos. El que llevo a la mitad ahora mismo, el que tengo interrumpido desde agosto, ni se sabe.
Lo que vaya a hacer a continuación, si me decido entre proyectos, si lo termino... pues empezará otra vez la rueda, los atrasos, los aplazamientos, los ya veremos. Y se acumulará en el disco duro propio o en los discos duros de los amigos que convierto a la fuerza en lectores beta. Y con suerte, con mucha suerte, porque sabe Dios cómo será de aquí a un par de años este mercado, se publicará solo o se publicará con otros. Y dará la impresión de que uno se pasa el día escribiendo, de que es un sampamí que lo quiere todo, y que nada en la abundancia... una abundancia que en la mayoría de los casos solo es de papel viejo.
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Categorías: Literatura