Venga, lo reconozco: no he leído los libros de Martin. Mea culpa. Meo ego. He dicho siempre que esperaría a que los terminara todos, y entonces empezaría: no me hace mucha gracia quedarme colgado con una historia que lo mismo no termina (los agoreros llevan enterrando al pobre George RR desde hace siglos). No comprendo tampoco cómo puede a nadie ocurrírsele una historia en diez mil páginas. Y, sí, me queda la espinita de no haber sido el traductor de tan magna obra, que estuve a puntito.
Venga, lo reconozco: empecé a leer el primer tomo recién publicado. Pero, ay, yo leo en la cama. Y el tomo era mucho tomo, muy grueso, muy incómodo. Me lastimaba las cervicales. Lo dejé a las pocas páginas (lo regalé, pero no recuerdo a quién). Me pasa con muchos libros, no tiene mayor importancia.
Venga, lo reconozco: he visto ya los dos episodios de la serie de televisión. Y qué quieren que les diga: es la serie del año. Y, con suerte, de muchos años. La puesta en escena, los actores, el cuidado de la adaptación, la belleza de las imágenes. Y lo bien dosificado de la trama.
Venga, lo reconozco: a rebufo de la serie he empezado a leer la novela. En el kindle esta vez, que no pesa. Por eso puedo decir que la adaptación es sobresaliente: los físicos de los actores, los diálogos. Yo diría que el proceso de estilización de las escenas hasta favorece a la historia.
Venga, lo reconozco: creo que nos esperan otras ocho semanas de diversión a raudales. Hasta que empiecen la adaptación del segundo libro.
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