Si está usted algo cansado de leer todos los meses el mismo comic-book donde no solo no pasa nada, sino que lo que pasa pasa repetido, o se desdice, o se contradice, o se improvisa, o si le mosquea un tanto esa moda del tebeo de cualité que nos quiere vender la moto de que dos rayas mal trazadas y una paja mental hecha por un señor que no ha salido de su cuarto ni se ha cambiado la camiseta negra es arte y supremo, o sea, si está usted hasta el colodrillo de superhéroes más quemados que el tuboscape de una Vespa y todo eso de la novela gráfica le suena a timo, recuerde que de vez en cuando quedan tebeos como a usted le gustan los tebeos. Es decir, tebeos donde hay una historia que se cuenta y se siente, una historia que se disfruta y se vive, con un guionista que ha hecho los deberes y un dibujante (o una escudería de dibujantes) que no se sube a la parra del arte por el arte y presenta cada mes un trabajo digno, sin espectacularidades vacuas, sin colorines infográficos, sin viñetas grandes que parten la composición de la página porque, uau, mola mazo, y que sabe que hay viñetas de tránsito que tienen que estar tan bien trabajadas como las otras viñetas donde a uno le gusta explayarse en lo que sabe.
Dicho de otra manera, está usted de enhorabuena porque por fin Julia ha llegado a nuestro país.
El envidiable tebeo Bonelli, oigan. Lo más alejado del mundo de las florituras tontas, del glamour, de las pamplinas. Personajes redondos, guionistas que no tienen miedo a contar historias de muchísimas páginas y dibujantes, unos mejores y otros peores, que cumplen y cumplen bien, honrados y eficaces artesanos que no sueñan con hacer las Américas ni hacerse de oro ilustrando tebeos impersonales de tíos en pijama. La factoría de héroes imperecederos como Tex, o Martin Mystere, o Zagor, o Dylan Dog (y otro montón de personajes que desconocemos porque somos tontos de la haba, en este país y con estos editores).
Julia es, quizás, la niña bonita (all pun intended) de la editorial. Una serie noir, nacida al socaire algo tardío de El silencio de los corderos. Una de misterio y crímenes, para entendernos. Un policial contemporáneo. La influencia del cine es evidente, desde los planos subjetivos de los asesinatos a ese físico de la protagonista, que remite tan clara y maravillosamente a Audrey Hepburn. Giancarlo Berardi, que ya guionizó esa otra obra maestra del tebeo popular que es Ken Parker, echa aquí el resto y, ya les digo, guioniza historias de suspense, mimando a sus secundarios, estremeciendo, desarrollando sus tramas según su gusto. El primer tomo que ahora publica Aleta recopila los dos primeros números de la serie original italiana.. y la historia continúa todavía en el tercero (o sea, en el segundo español, cuando salga). Es una de las características del título: las historias pueden durar dos números, o tres, o uno solo. Tebeos que nadie considera novelas gráficas... aunque lo sean.
Por trece euros, un montón de lectura, y una forma de asomarse a la historieta, a la concepción de la historieta, como poca gente hace ya en el mundo. Muy buena la idea de publicar las novelitas originales de dos en dos. Ojalá les acompañe la suerte, y podamos seguir disfrutando de esta criminóloga, tan poquita cosa, tan esbelta, tan hermosa y delicada, en ese mundo tan terrible y oscuro en el que vive y que tanto se parece al mundo nuestro.
¿Les he dicho que Berardi ha guionizado o co-guionizado el centenar y medio de números que componen la serie italiana? Mucho nos queda por ponernos al día en su excelsa obra, y en reconocer que es también uno de los grandes guionistas de nuestro tiempo.
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