Debe de ser que hasta la TDT no había visto yo los canales locales y por eso me cuesta tanto trabajo reconocer el paraíso donde vivo. El cine y la tele, que son de mentira, en el fondo nos acercan a la civilización donde quisiéramos vivir, con sus parques, sus aparcamientos, sus hospitales de muchas torres y gente fumando en la puerta, sus guardias amables y sus niños con globos. Nada que no firmemos todos ahora mismo.
Luego se encuentra con la triste realidad en las molestias cotidianas más sencillas: sigan ustedes todo el caminito por la avenida hasta Puerta Tierra, y descubrirá que los pasos de peatones y/o los semáforos no están en el sentido que usted sigue, sino que tiene que desviarse un puñado de metros hacia adentro de la calle en perpendicular para seguir su camino. Cosa que, claro, no hace nadie. No sé por qué en esta ciudad los pasos de peatones, que deberían llevar siempre la preferencia, están situados de la forma más molesta posible, alejados del paso natural del paseante. Y no sé tampoco por qué no son más amplios: que los coches paren a unos pocos metros y los transeúntes puedan cruzar siguiendo el camino de la acera. Anda que no están altos en ocasiones los bordillos. De la odisea de ir en coche y tener que cruzar la avenida desde una calle perpendicular ya hemos hablado y sufrido largo y tendido. Pero nada, aquí solo puede llegar a tiempo al curro, o a su casa, quien sigue la avenida de los muchos nombres.
Más allá de Cádiz, o sea, en el universo mundo que ni tiene Carnaval ni sabe lo que es vivir, nos van a limitar la velocidad en las calles de un solo carril. 30 kilómetros por hora. Por no contaminar, pues vale. Lo que ya no me parece tan sencillo es que compartamos acera peatones y ciclistas. A menos, claro, que los ciclistas se conciencien primero que no tienen la prioridad de paso, porque tienen la velocidad de su parte y si te arrollan y te llevan por delante te hacen una desgracia. Las personas salen a pasear, no a esquivar ruedas y señores y señoritas de pantalón de licra que van escuchando i-Pods y te ponen verde porque no los has visto venir desde detrás a puro sprint para llegar a coronarse en casa.
Y está por fin el tranvía que nos quieren poner, y que a mí me hace una ilusión algo tonta, porque todavía recuerdo la última vez que me monté en uno, allá en mi infancia. Lo que no sé es cómo vamos a caber todos en unas calles tan estrechas, y con tan pocos aparcamientos, si encima se inundan.
Publicado en La Voz de Cádiz el 21-02-2011
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