Ya se había comentado hace algún tiempo pero por fin parece que se va a cumplir: dentro de unos días, La cárcel de papel, el indispensable blog que lleva el amigo Alvaro Pons, dejará de admitir comentarios en sus posts. Es una noticia triste, en tanto del debate, el diálogo, el compartir gustos comunes y el intercambio de ideas sólo puede producirse riqueza. Pero es una noticia esperada porque este invento de internet, tan maravilloso, suele sacar a relucir lo peor que llevamos todos encima.
La cárcel ha sido siempre y seguro que seguirá siendo un magnífico escaparate de tebeos. Uno puede o no coincidir con los gustos de Alvaro, pero el referente para estar enterado de lo que se publica, y de cómo se publica, y de los entresijos de las cosas que se publican, está ahí, y por eso se ha convertido en indispensable.
Alvaro está cansado de muchas cosas, imagino que de las mismas cosas que estamos cansados tantos de nosotros que perdemos tantas horas de nuestra vida atendiendo nuestros blogs. Llevar adelante una bitácora y no acusar cansancio, no pensar cada equis tiempo en dejarlo, es imposible. El mundo de la red está lleno, lo hemos contado muchas veces y hasta hemos reflexionado sobre ello, de blogs y páginas web flotando a la deriva.
No va a ser el caso de La cárcel de papel. Pero La cárcel de papel que vamos a ver a partir de febrero va a ser distinta: una cárcel muda, apenas un muestrario de novedades y las reflexiones y enlaces que nos quiera hacer Alvaro. Se perderá la voz de los lectores. Para lo bueno y también para lo malo.
Y es triste, sí, que lo malo haya sido más fuerte que lo bueno. Y que sea lo malo, al final, lo que gana la batalla. No me refiero solamente a la gran cruz que tenemos en este oficio que no nos reporta ningún beneficio más que la amistad a distancia, o sea, a los trolls, sino al otro gran defecto que la red propaga cada vez más: la falta de cintura, la continua exposición de malos gestos, el nulo talante. Todo amparado en el anonimato o en la "persona" que hemos querido crear detrás de un nick que nos escuda.
Está llena la red de valentones de este tipo. De individuos llenos de prejuicios y, se nota a la legua, de frustraciones y de desprecios que creen que porque enlazan con una página donde alguien parece cerca tiene derecho a extralimitarse. En el mundo de los tebeos, donde tanto nos queda todavía por recorrer, seguimos siendo carne de cañón adolescente, tarados con ínfulas porque se han auto-editado su propio tebeo, o frustrados sin historia ni historial que se creen con derecho a poner de chupa de dómine a un autor porque tal o cual obra no le satisface. No tienen ustedes más que recordar, en la Cárcel misma hace unas pocas semanas, la que le ha caído encima a autores admirables como Paco Roca o Carlos Giménez, en un caso porque no se está de acuerdo con sus ideas estéticas o políticas (y se desconoce, claro, su obra), en otro porque somos unos cainitas que no soportamos el éxito ajeno, y Paco Roca ha estado demasiado tiempo en candelero: parece como si hubiera habido una conjura para atacarlo. Si a esto le sumamos disquisiciones sobre vacío sobre términos que no hacen sino enmascarar la realidad, cruce de insultos, mofas entre unos y otros, la patente de corso para salir a la caza de un nombre más o menos popular por el simple hecho de tenerlo a tiro...
Comprendo la decisión de Alvaro Pons. Y la lamento. No será la única página que acabe cerrando los comentarios. Y es algo que nos debería hacer reflexionar. Esto es solo una afición para la mayoría, y un medio para ganarse la vida para otros pocos que aman lo que hacen y que, sin duda, dan lo mejor que pueden para este medio. El silencio nos enmudece a todos, nos empobrece a todos. No está de más recordarlo.
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