Mucho, muchísimo se ha hecho de rogar el segundo volumen de la reedición de Hermes Press de uno de los indiscutibles del cómic de todos los tiempos. O sea, The Phantom. Nuestro Hombre Enmascarado. Más acertadamente, El Fantasma. El Duende que camina. El espíritu que anda.
La edición, aunque mejora la deficiente reproducción generalizada del primer volumen, sigue teniendo fallos de bulto: en una tira concreta se alteran dos viñetas, y parece que, como por desidia, hacia el final del libro la reproducción es, sencillamente, penosa. Quizá, curiosamente, porque no tiene aguada y la línea no se ha conservado bien.
No le echo la culpa a Hermes Press, sino a la King Features Syndicate. La editorial hace lo que puede, busca el material donde lo encuentra, pero es la agencia quien tendría que tener como oro en paño y en perfecto estado de reproducción el tesoro de su historia. Y tendría que hacerlo más pronto que tarde, no vaya a ser que acabe por perderse para siempre.
Por lo demás, estas historias tienen más de setenta años. Y sin embargo se leen como si fueran nuevas. Hay aventuras, emoción, un magistral sentido del suspense y unos argumentos que se estiran y se bifurcan sin que tenga que haber más cortapisas que las que marca el medio: tres viñetas diarias, un misterio, una aventura. Un guionista, Lee Falk (el mejor que quizá haya dado la historieta) que descubre el medio y se divierte. Un dibujante, Ray Moore, que hace maravillas con su trazo limitado y sienta las bases misteriosas con sus luces y sus sombras.
Leí estas historias por primera vez hace mucho tiempo, en la edición de Buru Lan (fueron parte del tomo 0, si no recuerdo mal, y del tomo 1), y luego otra vez en la más reciente de Ediciones B. Me he pasado la tarde releyéndolas, divirtiéndome, con una sonrisa cómplice que me arranca la incorrección política de ese Hombre Enmascarado, señor supremo de la jungla, y que tiene que ser justificada en el prólogo para que los lectores de hoy no se escandalicen más de lo necesario.
Es una edición con defectos, sí. Pero el icono de The Phantom es tan redondo, tan perfecto, tan a años luz de sus inmediatos imitadores de los comic-books por nacer, que da lo mismo. El tam tam de la pasión de estas historias se conserva todavía, como una herencia que pasa de generación en generación. Ahora sólo queda esperar al tercer número.
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